viernes, 22 de septiembre de 2017

Cardiografía social del sismo


Cardiografía social del sismo


22/09/2017 03:47 AM


México

Recuerdo del 85:

En el principio es el desbordamiento de la solidaridad, la emoción incomparable de miles de ciudadanos echados a las calles por su propia cuenta para ayudar a otros, para aliviar la tragedia de otros, para insertarse en una marea anónima, admirable, de unidad ante el sufrimiento.

La cara de la solidaridad colectiva ante la desgracia desata una épica mediática, un reconocimiento universal, y confirma el orgullo de pertenecer a esta movilización autónoma, genuinamente espontánea, admirablemente generosa, irrefutable. Aparecen pronto las grandes historias de éxito y rescate, momentos de heroísmo anónimo que serán imborrables.

Luego vienen los primeros choques de la colectividad solidaria con su propio ímpetu y con las restricciones que la lenta realidad y los limitados gobiernos van imponiendo al torrente. Empiezan a aparecer las frustraciones, las quejas, las derrotas ante los escombros.

Crecen los desencuentros de la marea solidaria con las autoridades, el rumor y la desinformación. Se propagan grandes mentiras que acabarán siendo verdades de piedra. Empieza a ser irritante la descoordinación del gobierno con el gobierno, y de todas las formas de gobierno con la sociedad sobreexcitada en las calles y en los medios.

Pasan al primer plano la ineficacia y estupidez, las mentiras que tratan de ocultar el daño, la riña de la opinión pública con sus autoridades y con sus informadores.

Se pasa poco a poco de la solidaridad a la queja, de la ayuda a la exigencia, de la emoción de comunidad sin fisuras al amargo sucedáneo de las fisuras de la sociedad consigo misma y con su gobierno.

Poco a poco la tragedia busca responsables. Los damnificados voltean a la autoridad pidiendo auxilio. La autoridad está rebasada por el tamaño de los daños y por sus propias debilidades.

La marea de la opinión pública cambia entonces. Pasa de la solidaridad espontánea a la búsqueda de responsables.

Las autoridades aparecen poco a poco como responsables y luego como culpables. Primero, de su ineficacia para responder a la tragedia. Luego, de la tragedia misma.

Las consecuencias políticas de esta cardiografía social del sismo apenas pueden exagerarse. Son el verdadero sismo secreto. La elección de 2018 está desde ahora cruzada por sus grietas.

hector.aguilarcamin@milenio.com

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