No me he tomado el tiempo para escribir esto, el fin de semana pasado, nos ocurrió un desafortunado accidente, o mejor dicho un vulgar accidente ocasionado por un instantáneo descuido, se incendio el auto del vecino, por completo, quemando el toldo de la cochera, mi árbol, la maceta con su planta, y la radiación del fuego alcanzo también mi auto, se daño el espejo, un faro, y la defensa, la pintura de todo el lado izquierdo...
Eso fue para fortuna de todos, lo que paso. Nada más grave, exceptuando el terrible susto que pasamos todos en casa, ver la cara de mi hija aterrada, hablando nerviosamente, Matías, con cara de ¿que pasa aquí? Carlos, sacado de onda, y yo, muy muy asustada... pero conservando la calma, estoica, evitando llorar, soltarme, gritar, entrar en pánico, poder estar histérica...
Hasta después de esa noche, caigo en cuenta de lo terrible que es el fuego, de lo rápido que se esparce y lo implacable de su fuerza.
Que horror!
Las llamas no nos dejaron salir de casa, nos pasamos un buen rato en el patio de arriba, con el corazón apachurrado esperando lo peor, que explotara el auto, que el fuego llegara a los cilindros de gas que estaban dentro de la cochera del vecino... que mi carro se incendiara por completo y fuera perdida total,. que la explosión nos dejara sin casa... que si esa sensación de ir al baño que me despierta cada mañana, no me llega, seguiríamos todos durmiendo y el humo del fuego nos asfixie a todos?
Se me ocurren tantas cosas para pensar en la tragedia, que aún hoy, a unos días del incidente (sábado 5:45 am) de pensarlo sigo con una sensación de angustia en el estomago... que se manifiesta fisicamente, me tiemblan las manos, estoy nerviosa, no me concentro, me cuesta más trabajo del normal dormir, me despierto con facilidad, y me pregunto una y mil cosas sobre lo frágiles que somos en que vivimos -como decía Albert Camus- “como si no lo supiéramos”
Las desgracias, las pérdidas, las muertes tienen, al menos, un aspecto positivo: nos revelan la existencia del paraíso aunque ya no sea nuestro.
Pero a mi me han pasado demasiadas eventos afortunados y desafortunados, pensar en enfrentarme a la muerte me pone la piel de gallina, y me apachurra el corazón, me aterra pasar otra vez por lo mismo, en su sentido que sea, estancia en un hospital, un funeral, y todo lo que tenga que ver con eso.
Dios me libre de pasar por eso.. y Dios guarde la hora...
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