lunes, 24 de julio de 2017

Un niño de 10 años muere por sobredosis de Fentanilo en Miami


CONSUMO DE DROGAS

Un niño de 10 años muere por sobredosis de Fentanilo en Miami

Las autoridades confirman que el menor es una las víctimas más jóvenes de la crisis de los opiáceos en Estados Unidos

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SANDRO POZZI

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Nueva York 19 JUL 2017 - 03:24 CDT
La fiscal Katherine Fernandez Rundle en rueda de prensa MARIO HOUBEN AP


Alton Banks murió el pasado 23 de junio en su casa en Miami. Tenía 10 años. Ahora las autoridades en Florida confirman que estaba intoxicado con el potente calmante Fentanilo. Eso le convierte en una de las víctimas más jóvenes de la crisis por el abuso de opiáceos en los Estados Unidos. Los expertos en toxicología advierten de que la droga tiene tal poder que puede ser fatal con solo respirarla o por el contacto con la piel.

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El niño empezó a vomitar al llegar a casa tras ir a la piscina en el barrio de Overtown, uno de los más castigados por la epidemia de los opiáceos. Los padres lo encontraron inconsciente en su habitación. Los servicios de emergencia lo llevaron al hospital, pero fue demasiado tarde. Los investigadores llevan tres semanas tratando de recomponer las piezas de lo que pasó ese día fatal. Sí descartan que tuviera contacto con la droga en su casa.

La fiscal Katherine Fernández Rundle habló esté martes en público, buscando algún tipo de pista que permita determinar cuándo Alton Banks estuvo expuesto a la droga. “Estaba jugando en la calle, como querríamos que hiciera cualquier niño”, comentó, “esperamos con ansia que alguien de un paso al frente y nos ayude a resolver esta terrible muerte”. El caso, añadió, es inusual por su naturaleza.

El equipo que dirige Rundle cree que el niño estuvo expuesto a la droga en la piscina o volviendo a casa. El año pasado se registraron cerca de 300 muertes en Miami por sobredosis vinculadas al Fentanilo. El opiáceo es tan potente, que los departamentos de policía alertan a los agentes sobre el riesgo de entrar en contacto directo con la droga y hay casos de perros policía que enfermaron tras olerla en redadas.

“Pudo ser por tocarla simplemente. Podía haber estado en la toalla de la piscina. Simplemente no lo sabemos”, admitió resignada la fiscal. La familia de Alton Banks fue informada sobre las causas de la muerte hace unos días, cuando las pruebas de toxicológica confirmaron la presencia del Fentanilo en la sangre del niño. La madre del menor contó esta semana al Miami Herald que quería ser ingeniero.

La piscina de la comunidad está a solo tres manzanas andando de sus casa. Pete Gómez, del departamento de bomberos de Miami, señala por su parte que el barrio de Overtown está viviendo una espiral en los casos de sobredosis. Es un vecindario pobre y con alto índice de criminalidad. Los vecinos pensaron al principio que enfermó porque tragó agua. Ahora no pueden creer que muriera de esta manera.

El calmante Fentanilo es un opiáceo que se usa desde hace décadas en los tratamientos de pacientes de cáncer y para los dolores severos. Es hasta 100 veces más potente que la morfina. Esta droga sintética es la antesala a la heroína y los traficantes incluso la mezclan, en un cóctel letal. Es la misma plaga que mató al cantante Prince y al actor Philip Seymour Hoffman, las dos caras más visibles de esta pesadilla.

jueves, 13 de julio de 2017

Relatos Salvajes: ‘Los Zetas’ creyeron que estaba muerta; ella hoy cuenta su pesadilla



‘Los Zetas’ creyeron que estaba muerta; ella hoy cuenta su pesadilla


Todo comenzó en Nuevo Laredo, Tamaulipas, a finales de 2011. Norma no olvida la fecha. Y con los detalles le escurren las lágrimas.




Julio 12, 2017 10:42 pm

Por Melva Frutos


Cuando Norma Mendoza López fue detenida y trasladada al penal de Nuevo Laredo, Tamaulipas, pensó positivamente: todo saldrá bien, las cosas se aclararán y no tardará en salir libre. Pero no. Todo se convirtió en una pesadilla extendida. Y duele. Los recuerdos duelen.


Dentro de la camioneta que recorría las calles de Nuevo Laredo, el militar que iba junto a ella le ordenó que se agachara; justificó que le podrían dar un balazo si se enteraban Los Zetas de su traslado. Ella sólo se recargó en la puerta. Molesto, el militar le ordenó que se acostara boca abajo, ella cree que para poder verle las nalgas.


Al llegar a la zona de ingreso del penal, seguía confiando en que todo se trataba de un mal entendido. Pensó que sería liberada inmediatamente.


Pasaron los minutos. La ansiada liberación no llegaba. Sentada sobre una camilla del área de enfermería, no pudo contener las lágrimas que le brotaban y se escurrían por sus mejillas.


Cuando esperaba que el médico terminara de revisar a sus amigos, escuchó una voz tras una puerta: “Ya llegaron unos nuevos”. Entonces comenzó a llenarse el espacio y al poco tiempo ya había más de diez personas en la habitación.


Los recuerdos de Norma siguen brotando: “Llegó con ellos una que le dicen Mireya ‘Tongolele’. Nunca se me va a olvidar, porque me agarró de los pelos y me llevó a donde estaba el consultorio del doctor y me empezó a cachetear y me dijo ‘eres de Reynosa, eres una mugrosa’. Yo estaba espantada”.


Sobre su cabeza sintió la pesada mano de un hombre al que describe como alto y gordo, con toda la dentadura cubierta con… ¿oro?.


Él la tomó del pelo y la sacó a un corredor donde hay una malla ciclónica que dirige a la zona de carpintería.


La cara de Norma fue oprimida a la protección metálica durante todo el trayecto en el lugar donde durante los siguientes ocho días, sería lo más parecido a una sala de tortura.


En ese lugar ya estaba Manuel. Alrededor de siete internos lo golpeaban hasta el cansancio.


A sus 32 años, Norma, de piel aperlada y ojos color café, conserva un aire jovial. Ya pasaron siete años de su “pesadilla”, pero sigue esperando justicia por todo lo que vivió a manos de miembros del crimen organizado, en complicidad con las propias autoridades estatales y federales.


Y, pese a todo, parece no haber perdido el júbilo con el que vivía en 2011, cuando conoció a Manuel en Reynosa.


Él la invitó a pasar dos días con él en Nuevo Laredo. Aunque su madre le pidió que no fuera, ella creyó que le venía bien divertirse un poco.


En 2011, Norma trabajaba toda la semana como secretaria en un despacho de abogados y después de que su marido la dejó -tras nueve años de matrimonio y con cuatro hijos pequeños que mantener-, quería una nueva oportunidad en el amor. Le hizo caso a su pretendiente pese a los consejos de su madre.


Se hospedó con Manuel en un hotel y cuando pasó junto a la alberca, un grupo de hombres le gritaron que se bañara con ellos. Los ignoró y siguió su camino hacia una tienda Walmart.


Regresó un par de horas después, pero en la habitación no sólo la esperaban Manuel y su amigo Ricardo: también había cuatro hombres vestidos de militares.


“Ya tenía mis credenciales y tarjetas del banco. Me dicen ‘ya la estábamos esperando’”.


“Me senté, estuve como media hora. Llegaron dos más vestidos de civil con pantalón azul, suéter negro y encapuchados; con computadoras. Me empezaron a hacer preguntas y yo contestaba”.


Uno le soltó a otro: “ella está limpia”. Pero los elementos militares se llevaron a los tres.


Los había conocido apenas un mes atrás y ese sábado, 12 de noviembre 2011, quedó grabado en su mente hasta ahora.


En la Séptima Agencia del Ministerio Público estuvieron detenidos por dos días.


Ahí reconoció a uno de los mandos como parte del grupo de hombres que la invitaron a “convivir” con ellos en la alberca, cuando le dijo que si se iba con él quince días, la dejaba libre.


Brotan más recuerdos:


-Yo no tengo por qué irme con usted, si yo no he hecho nada. Yo de aquí salgo porque no hice nada. No tiene por qué detenerme si no trae ninguna orden de aprehensión y me están sacando de un hotel-, puntualizó ella.

-Pues entonces aquí te vas a quedar detenida por apretada. Ayer que pasaste por la alberca te estuvimos hablando y no nos hiciste caso.


En su declaración frente a su abogado de oficio, no pusieron nada de lo que Norma dijo. Al contrario, querían que firmara que ella había declarado que fue detenida como halcona -un término usado en México para los que hacen el ‘trabajo’ de vigilantes del narco- y porque supuestamente portaba aparatos de comunicación, así como 3 mil 200 de pesos. Norma se negó a firmar rotundamente.


“Ésta te salió fierita”, comentó la que redactaba en el MP al abogado, quien estaba parado frente a ella sin decir nada.


“Le dije ‘¿y usted quién es?’, y ella dijo: ‘es tú abogado’, no pues le dije que él estaba ahí para defenderme, no para acusarme, y si va a estar así, mejor ni hable”.


En el expediente 178-2011 de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tamaulipas se describe a la Secretaría de la Defensa Nacional como el denunciante, por el delito de “atentados contra la seguridad de la comunidad. Probable Responsable (s): Juan Manuel Ibarra y Otros”.






A Norma no la dejaron hacer llamadas y le advirtieron que no tenía derecho a nada.


El lunes 14 de noviembre por la mañana le dijeron que ya ‘se iba’. Y ella pensó que se referían a que por fin podría volver a casa.


Pero le pusieron de nuevo las esposas, la subieron a una camioneta custodiada por militares y la llevaron al Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes).


Cuando era golpeado por los internos, miembros de Los Zetas, en el taller de carpintería, Manuel trataba de desligarla de todo.


Les decía que ella no tenía nada que ver, que era inocente. Incluso, la insultaba, para que sus verdugos no creyeran que era una persona importante para él y la dejaran al margen de la situación.


Al ver la tortura a la que lo sometían, Norma cayó en cuenta que a su entonces pretendiente lo acusaban de pertenecer al Cártel del Golfo.


“A mí me temblaban las piernas y cuando preguntaron quién era yo, Manuel empezó a decir cosas feas mías, dijo: ‘esa es una que nos trajimos de Reynosa, es una cualquiera, pero ella no tiene nada que ver en esto, déjenla’”.


Norma traga saliva con los recuerdos que siguen fluyendo. Contiene las lágrimas y se le quiebra la voz al ver a su madre escuchándola.


“Tú deberías de salirte de aquí”, le recomienda durante la entrevista con esta reportera. Era de uno de esos consejos de hija a madre, en busca de que ésta no tenga un mayor sufrimiento. Porque la herida no sana. Y duele. Hasta el recuerdo duele.


La madre de Norma ha sido fuerte desde el primer día en que no supo dónde estaba su hija; sin embargo no conocía ciertos detalles del suceso.


Norma había preferido mantenerla al margen de los detalles crueles.


Pero los recuerdos siguen fluyendo:


Dos sujetos la tomaron de los hombros. Uno de cada uno. Le bajaron los pantalones, la ropa interior y otro le propinó los primeros quince tablazos en las nalgas, piernas y espalda.


Pese al dolor y el miedo, ella seguía de pie.


“Me decía el muchacho, ‘tírate al piso’. Yo no me tiraba, le dije: ‘¿para qué, para que me levantes de otro golpe?’”.


Querían que confesara ser parte del Cártel del Golfo. Fueron turnos de 15 tablazos durante horas. Horas, no minutos. Cuando al fin soltaron la tabla, se dedicaron a abusar sexualmente de ella. El final de la tortura y el abuso lo recuerda ya de madrugada. Cree que eran las 2 o 3 de la mañana del día siguiente.


“Hay algo que recuerdo bien. Cuando estaba parada y ya traía el pelo suelto, estaba con la cabeza agachada, eso fue ya en la noche, yo creo que ya estaban pensando en violarme y le dice uno al otro ‘dile que te la chupe güey’.


“El muchacho estaba sentado y nomás me le quedé viendo, bien enojada, y le dijo ‘no, ya viste cómo me está viendo. Si se la meto me la arranca’. Yo no le quitaba la mirada de encima”.


Ya de madrugada fueron dos mujeres por ella. Eran Rubí y Damaris, quienes decían ser las “encargadas” del área femenil.


Para entonces, Norma sangraba de los glúteos, la espalda y las piernas, pero ellas no se compadecieron y la seguían golpeando. La desnudaron y le robaron su ropa. Y la aventaron en una celda inmunda, donde la llegaban a alarmar después con los típicos baldes de agua fría.


Recuerda que le arrancaron las uñas y le quemaron el cuerpo con cigarros. No podía caminar, y a rastras la hacían que fuera a limpiarles su celda.





“Tenía como cinco días sin comer y me preguntaron que si tenía hambre y para mi mala suerte iba pasando una cucaracha. Me hicieron que la masticara, se me salían las lágrimas del coraje”.


Una noche se la llevaron a un salón donde tenían computadoras; ahí estaba Manuel, aún más herido que ella.


Le mostraron fotos de rostros de hombres. Le preguntaron si los conocía, ella lo negó, entonces le apuntaron con un arma, cortaron cartucho.


Entonces pensó que estaba viviendo su último minuto de vida. Pero no lo fue.


“Pensé ‘Dios cuida a mis hijos’”, dice ahora entre lágrimas.


En aquel momento a través de radios avisaron de la entrada de los “negros” (policías estatales). Y la devolvieron a su celda para continuar el martirio al que las reclusas la sometían diariamente.


*****


El 21 de noviembre de 2011, una convicta alta y corpulenta la levantó del catre en el que yacía, la tiró al piso y agarrándose de dos barrotes, tomó vuelo hacia arriba y se dejó caer sobre su frágil cuerpo.


Fueron diez veces las que cayó encima de su estómago, hasta que se rindió y la dejó mal herida. Los siguientes minutos Norma vomitó sangre hasta que llegó una custodia a ver si estaba viva.


Después de perder el conocimiento, despertó cinco días después en la Clínica La Fe, de Nuevo Laredo.


La información médica es contundente: le quitaron una cuarta parte del hígado, le extirparon la vesícula, la atendieron de múltiples fracturas, incluyendo de costillas; tenía hemorragia interna e inflamación cerebral.


Tiempo después se enteró de la gravedad: la habían dado por muerta desde que la sacaron del penal.


Dos celadores la llevaban a la morgue. En el traslado uno de ellos escuchó un leve quejido y le dijo al otro: “Ésta no va muerta”.


En la clínica La Fe los médicos trabajaron durante horas con un solo fin: salvarle la vida a Norma.


El 4 de diciembre de 2011, fue sometida a una cirugía en la que le retiraron la piel muerta que tenía en la espalda, glúteos y piernas.


Desde entonces ha sido intervenida 14 veces, dos con tratamientos de células madre y algunas cirugías plásticas para la reconstrucción de su cuerpo.


Su familia se enteró que la habían arrestado porque llamaron a su padre para informarle, cuando ya había pasado más una semana.


Su madre y su hermana vivieron un viacrucis tratando de ubicarla en el penal y en los hospitales, hasta que después de quince días, por fin los directivos admitieron que estaba internada.


Por orden de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, se inició el trámite para que le fuera declarado el Protocolo de Estambul.


Dicho sistema es una guía que contiene las líneas básicas, con estándares internacionales en derechos humanos, para la valoración médica y psicológica de una persona que se presuma o haya sido víctima de tortura o algún mal trato.


Para ser declarado, Norma fue sometida a una minuciosa valoración médica y psicológica, durante seis horas diarias en un lapso de ocho días.


“El psicólogo me pidió que le contara todo. Me agarré llorando. Recuero que cerré los ojos y le dije todo. Para cuando terminé de contar y abrí los ojos, estaba en el rincón del cuarto tirada en posición fetal y él sentado a un lado mío. Me levantó y me dio un abrazo fuerte. Me dijo: no necesito ver más”.


Semanas después fue certificada como la primera mujer mexicana viva y torturada en 2011, a quien se le entregó el Protocolo de Estambul.


El 14 de enero de 2015, luego de más de tres años de la querella legal, fue absuelta y puesta en libertad.


Hoy está de nuevo junto con sus hijos y sus padres. Y encontró una nueva oportunidad en el amor.


Aunque aún necesita más intervenciones quirúrgicas -que podrían ocupar todo su tiempo y mente-, Norma no deja de buscar la justicia. Por ahora tiene planeado demandar a la Sedena.


Manuel murió en el penal de Nuevo Laredo, oficialmente de un “paro cardiaco”. Ricardo aún está recluido pero se desconoce en qué condiciones.


*Edición: Gustavo Sánchez/AN

miércoles, 12 de julio de 2017

Ciudad de agua- Rafael Peréz Gay

Ciudad de agua

Llueve a cántaros y todo regresa de alguna extraña forma al origen de Ciudad de México, un inicio lacustre. El mercado de la Merced y sus alrededores fueron agua e islotes perdidos en ella. Esa zona era el oriente de Tenochtitlán. Hernán Cortés aprovechó los islotes para fundar la ciudad pese a las opiniones contrarias de sus capitanes. La primera construcción española fue una fortaleza, resultado de la audacia y la inteligencia de Cortés y sus conquistadores, donde se guardaron las armas, las municiones y los bergantines con los cuales derrotó a los mexicas.
A ese bastimento se le llamó Las Atarazanas. Fueron 13 los bergantines con los que Cortés atacó a los mexicas. Cuando en un exceso de ingenio e inocencia Cortés decidió partir a Las Hibueras con la intención de someter a Cristóbal de Olid hizo varios nombramientos; en Las Atarazanas nombró a Francisco de Solís como alcaide y capitán de Artillería.
Cuenta José María Marroquí que no fue éste el primer lugar donde el conquistador atracó sus barcos; en los días de la Conquista hubo otro, que corresponde al extremo oriental de la calle de Santa Teresa y principio del Hospital de San Nicolás, de donde provino que se le llamara Las Atarazanas Viejas y al de la Merced Las Atarazanas Nuevas.
Mientras una manga de vientos atrae una cortina de agua que pega sobre la ventana, recuerdo que en Ciudad de México todo es agua. La nueva ciudad que reconstruían Cortés y sus conquistadores se levantaba entre las acequias, cada una tenía pequeños puentes para cruzarlas, de ahí que abunden en las calles de aquella ciudad los nombres con la palabra puente. Así lo explicó Bernal Díaz del Castillo: “Son las calles de ella —Tenochtitlán— digo las principales muy anchas y muy derechas y algunas destas y todas las demás son de tierra y por la otra mitad, de agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las calles, de trecho en trecho están abiertas por donde atraviesa el agua”.
La gran Calle de las Canoas corría a un costado de Palacio Nacional, en Puente de Leñas y terminaba en Hospital Real hoy Corregidora y Eje Central. Era un largo canal por el cual navegaban las canoas con flores, legumbres y pescado que se vendían en la Plaza Mayor.
Lo dicho: una ciudad de agua que cada época de lluvias busca el origen de sus sueños.
rafael.perezgay@milenio.com
Twitter: @RPerezGay

Relatos Salvajes: Anastasia vivió un infierno al lado de su padrastro hasta que la mató


Anastasia vivió un infierno al lado de su padrastro hasta que la mató; su mamá nunca denunció porque estaba amenazada de muerte


Raymunda Agrícola Orea, madre de la menor originaria de Izúcar de Matamoros, dijo que a ella también la maltrataba, en una ocasión la ahorcó hasta que se desmayó y en otra la amenazó con una escopeta en la cabeza de que si lo denunciaba la iba a matar a ella y a sus padres

Por Magarely Hernández / @magarelyhl


11.07.2017 / Puebla, Puebla

La vida de la niña de seis años, Anastasia Salvador Orea, ya corría peligro desde hace un año y medio cuando su padrastro, Francisco, comenzó a maltratarla. Su madre, Raymunda Agrícola, nunca lo denunció porque su pareja la tenía amenazada de muerte. El cuerpo de la niña fue encontrado dentro de un auto en Morelos el pasado seis de julio; la Fiscalía dice que murió asfixiada y su cuerpo tenía signos de violencia física.


La menor era originaria de Izúcar de Matamoros, su madre tiene apenas 23 años y dice que conoció a Francisco, de 40, hace año y medio y que de inmediato comenzaron los maltratos contra Anastasia y su otra hija de tres años de edad.


En entrevista con Mixteca Times, la joven contó que Francisco —quien se encuentra detenido en Morelos— siempre se drogó con todo tipo de estupefacientes y en una ocasión la ahorcó hasta que se desmayó y la soltó porque pensó que había muerto.


La segunda vez que intentó matarla fue cuando la llevó a un lugar desértico y le puso una escopeta en la cabeza para advertirle que si denunciaba los maltratos que sufrían ella y sus dos hijas, iba a matar a las menores y a sus padres.


Francisco golpeaba continuamente a Raymunda y después le exigía 2 mil pesos diarios, que tenía que conseguir vendiendo tacos y tortillas.


Raymunda se fue a vivir junto con sus dos hijas y Francisco a Jiutepec, Morelos, pero él acudía frecuentemente a Izúcar de Matamoros porque supuestamente ayudaba a su mamá a la venta de atole y tacos en un mercado del municipio.


El domingo 2 de julio, Francisco le advirtió a Raymunda que iría a Izúcar de Matamoros pero se llevaría a Anastasia, ella se negó y le pidió que dejara a su hija, lo que provocó el enojo de Francisco que se terminó desquitando con golpes a la menor de tres años de edad.


Ante los hechos, Raymunda le pidió que “mejor le pegara a ella” y él reaccionó con un fuerte golpe en el estómago que la dejó inmovilizada por un momento, fue entonces cuando Francisco aprovechó para llevarse Anastasia.


Raymunda cuenta que ese día se fue a vender y se comunicó con Francisco hasta la madrugada del lunes 3 de julio, quien le dijo que ya iba de regresó y todo estaba bien, pero nunca llegó.


El martes 4 de julio, Policías Ministeriales llegaron hasta la vivienda de Raymunda para decirle que se trasladara a Cuautla, Morelos, pues su hija había sido encontrada sin vida.


En entrevista para Mixteca Times, Raymunda exigió justicia para su hija y pidió que ella no fuera juzgada pues nunca fue cómplice del homicida de su hija: “Me duele que haya matado a mi hija y pido se pudra en la cárcel y pague por lo que hizo, pero confieso que tengo mucho miedo”.


Aunque la Fiscalía de Morelos dio la parte oficial de la necropsia y dijo que la menor murió a causa de asfixia y deshidratación, el diario que obtuvo la entrevista con la madre de la menor mencionó que Anastasia fue abusada sexualmente y su cuerpo se encontró en avanzado estado de descomposición.


El padre biológico de Anastasia amenaza con hacer justicia por su propia mano


Anastasio Salvador Ramírez de 40 años de edad es el padre biológico de Anastasia y en entrevista con el mismo medio que entrevistó a la madre de Anastasia, advirtió que si las autoridades dejan libre al agresor, él hará justicia por su propia mano.


En primera, quiero decirle a este tipo que si me está viendo y escuchando, que no le tengo miedo, y más le vale a las autoridades que hagan justicia, o sino yo me encargaré de hacerla por si lo llegan a soltar, aseguró.


Anastasio Salvador es originario de Atlixco y actualmente radica en la capital poblana. Anastasio comentó que no conocía personalmente a Francisco, el asesino de su hija, pero siempre supo que era una persona agresiva, con mala reputación y que ya había sido acusado de violar a dos menores en el municipio de Izúcar de Matamoros.


El padre de Anastasia dijo que advirtió a Raymunda sobre su pareja y le avisó estar al pendiente de “sus niñas” por el tipo de personas con que se estaba relacionando.


Por último, Anastasio dijo que estará viajando constantemente a Morelos y ayudará con todo lo que pueda a las autoridades para esclarecer los hechos y hacer que Francisco pague por el asesinato de su hija.

El estigma de la soledad


El estigma de la soledad


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M. tiene 32 años. Desde los 20 decidió que no quería casarse ni tener hijos sino dedicarse a su vida profesional. Estudió arquitectura en México y después se fue a Oslo a hacer una maestría. Vivió allá 10 años en los que descubrió que ser una mujer soltera y feliz era algo bastante común. Hasta que regresó a México comenzó a sentir presión por parte de su familia y amigos sobre su estado civil y sobre la decisión de no tener hijos. M. no va a darle gusto a nadie. Es feliz como arquitecta, viviendo sola y acompañándose de amigos, libros, proyectos y viajes. Sus horizontes son demasiado amplios como para comprometerse en una relación de pareja o para convertirse en madre para toda la vida.

J. tiene 60. Es un hombre divorciado desde hace 15 años y tiene dos hijos adultos a los que adora y con los que convive de manera regular. Es un empresario próspero que ahora está pensando en el retiro para dedicarse a otras cosas menos estresantes que ser responsable de la salud financiera de un negocio y del futuro económico de sus empleados.

J. confiesa haber disfrutado poco de la vida conyugal porque lo que más le apasionó desde siempre era el trabajo y su soledad. La madre de sus hijos nunca entendió a este hombre silencioso e introvertido que solo se emocionaba cuando hablaba de sus logros profesionales o del crecimiento de sus hijos.

Terminaron divorciándose y él no extraña tener una compañera sentimental ni sexual. Le gusta andar solo y hacer sus cosas con calma, tiene amigos y los ve con frecuencia. No hay tal cosa como un agujero en su vida por no tener pareja, es más, J. dice con franqueza que quizá nunca debió casarse.

B. y G. viven juntos desde hace 8 años. Son abogados exitosos. También han logrado consolidar una relación de igualdad y el dinero no es un punto de competencia entre ellos. Son una pareja extraña para la mayoría de sus amigos, porque no van juntos a todas partes y porque no están seguros de que el siguiente paso en sus vidas sea tener hijos. Intentan respetar todos los días el acuerdo de autonomía emocional que hicieron cuando empezaban a enamorarse: serían compañeros pero no siameses afectivos, cada uno perseguiría sus sueños y tratarían de evitar las prácticas de celos y control tan comunes en las parejas de su alrededor. También pactaron respetar, como si fueran fanáticos religiosos, los tiempos para cuidar de la relación. La tarde libre de viernes, los viajes de fin de semana, las cenas de los jueves, el teatro y bailar los sábados. A veces no lo logran pero lo intentan. Les gusta estar juntos porque se aman y no porque se necesiten desesperadamente. Se sienten felices de estar unidos por afinidades eróticas y amorosas y no por la consigna de ser padres y cuanto antes mejor.

Es una verdad estadística que es mejor para las mujeres estar solteras, especialmente para las jóvenes heterosexuales, quienes deberían priorizar su independencia financiera y emocional, porque es difícil encontrar hombres que no intenten detenerlas en su desarrollo para se dediquen a cuidar de ellos y de la casa.

Tener pareja no es el final de la película y quizá no deberíamos querer un final feliz y sí una vida de intereses amplios en la que sea posible moverse con libertad. Nos guste o no, el amor es un campo de batalla político, porque es en las relaciones con hombres donde las mujeres experimentan violencia de género. Porque es en la casa de la pareja en la que se evidencia la desigualdad de los sueldos. Porque habrá que decidir quién hará las funciones de cuidar, limpiar y consolar, aunque son las mujeres quienes lo hacen casi siempre.

La idea de balance de vida y carrera es distinta para hombres y mujeres. Para ellas, la ecuación que hay que equilibrar es trabajo, pareja y cuidado de los niños. Para ellos, el balance es entre trabajo e intereses personales: gimnasio, jueves de dominó, viernes de cantina, sábados de golf o de motos.

Todos deberíamos exigir más del amor y no conformarnos con relaciones que solo llenan agujeros afectivos o expectativas culturales. Nadie debería rogar por unas migajas de amor. Nadie debería brincar de una relación a otra con tal de no ser soltero. La soledad no es miserable ni patética y por el contrario, puede ser una elección libre que deberíamos respetar.

Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa, así como conferencista en temas de salud mental.

Twitter: @valevillag

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lunes, 10 de julio de 2017

Cualquier mujer puede ser asesinada en la CDMX: Se intensifican los feminicidios en la capita

Por violencia de género, cada mes son asesinadas al menos nueve mujeres.

Abigail
I.

La celebración familiar concluyó a la medianoche y Araceli buscó su cama. Abigail, su hija de 20 años, continuó en el patio en compañía de los últimos invitados, entre ellos Clemente, Juan e Iván, tres vecinos del pueblo de San Miguel Ajusco, Tlalpan, al sur de la Ciudad de México. No había motivos para preocuparse.

La madrugada del domingo 11 de diciembre de 2016, Araceli cerró los ojos. Un rato después se levantó y buscó a Abigail. No estaba. Juan tampoco. Ahí quedaban Clemente e Iván, y ella preguntó por su hija. "Quién sabe", respondieron.

"¡Ayúdenme a buscarla!", gritó Araceli y corrió a buscar a sus familiares. Abigail no se ausentaba sin explicación, mucho menos en la madrugada, y los dos tipos juraban desconocer su paradero.
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Abigail había invitado al festejo a Clemente, un conocido y amigo de Facebook. Clemente llevó al otro par. Araceli los conocía de vista, los vio pasar alguna vez. Pero poco sabía sobre sus vidas.

Cuando los invitados se retiraron, alrededor de las dos de la mañana, entre los tres forzaron a Abigail. La arrastraron a un terreno baldío, a un par de minutos de camino. La torturaron, la violaron y apretaron su cuello hasta quebrarle la vida.

Madre y tía de Abigail. Foto por Sandra Blow.

Ciudad violenta

Este no es momento de cruzar los brazos. María de la Luz Estrada, coordinadora ejecutiva del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), está preocupada: la alerta de género emitida en algunos estados del país no ayudó a dimensionar la aguda situación del feminicidio.

A María de la Luz le inquieta el panorama en la capital mexicana. Primero, porque en la Ciudad de México este delito se intensifica, pero la autoridad no investiga las muertes violentas como feminicidios, ni siquiera a los asesinatos domésticos. Dice que son "venganza" y hasta ahí. Se repite el patrón del Estado de México. Segundo, porque aunque la capital cuenta con un protocolo en caso de feminicidio, los funcionarios invisibilizan la intervención de la delincuencia común y organizada. "Efectúan una campaña que afirma que la violencia es doméstica", indica, "y eso no está claro".

La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ-CDMX) entregó al OCNF una estadística que indica que, de enero de 2015 a junio de 2016, se cometieron 116 homicidios dolosos de mujeres (la mayoría de 18 a 60 años) y 85 se investigaron como feminicidios, pero no precisa quiénes fueron los agresores.
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"El protocolo, creado en 2012, cuenta con un comité de evaluación en el que participamos. Ni así nos dan detalles", acusa, y agrega que el gobierno de la ciudad también minimiza la desaparición de mujeres:

"Exponemos el tema al procurador y resta importancia. Hay un protocolo de búsqueda del Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA), pero con un enorme vacío. La ciudad es lugar de consumo de drogas, de tráfico de menores de edad. Mujeres continúan en la trata. Aquí opera el crimen organizado".

De enero de 2015 a junio de 2016, la procuraduría reportó 1,744 mujeres extraviadas. No utiliza el término "desaparición". Fueron localizadas 1,122. Quedan pendientes 622.

Cuando el Observatorio indaga los detalles de cada caso, la autoridad responde: "se fueron por ahí". "¿Por qué se 'extravían' tanto? ¿Las encuentran vivas?", interroga María de la Luz, "la desaparición por la comercialización de los cuerpos, por el tema de drogas, cuesta la vida de muchas. Exigimos una base de datos. ¿Y las 622 restantes?"
II.

La aterradora noche se fue enseguida y la tía de Abigail, Guadalupe, convocó al amanecer a la policía del pueblo. Uno de los acusados, Clemente, permanecía presente. Los otros arbitraban en canchas del pueblo y, el domingo por la mañana, sólo Iván acudió al trabajo. Araceli, Guadalupe y otros familiares lo buscaron.

Juan, primo de Clemente, considerado por Araceli el principal responsable del asesinato de su hija, desapareció ese día. Más tarde, Araceli se enteró de que el criminal llegó a su casa con el rostro rasguñado, manchado de sangre en labios y ropa. Afirmó a su mamá que había discutido con su novia.
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Abigail tenía uñas largas y, cuando su cuerpo fue hallado, estaban rotas, ensangrentadas. Las rodillas desechas, el cuello quebrado.

Vecinos reportaron el hallazgo de un cuerpo en el terreno baldío y familiares lo reconocieron. Guadalupe recibió una llamada de su hijo: "¿están con ellos? No los dejen ir, Abigail está muerta".

Clemente e Iván fueron arrestados. La policía los remitió a la Coordinación Territorial de Tlalpan, fiscalía de la delegación. Araceli se trasladó al lugar.

Guadalupe fue al terreno y observó condones tirados alrededor de Abigail. Su hijo, de lejos, fotografió. Ya estaban ahí los peritos. Levantaron el cuerpo. También se llevaron los preservativos, se percató Guadalupe. El dictamen no registró esa evidencia.

Basurizar sus cuerpos

El protocolo de la Ciudad de México es contundente: el asesinato de una mujer es considerado feminicidio cuando presenta alguna de estas características: signos de agresión sexual, antecedentes de violencia, lesiones infamantes. Se agrava si existía un vínculo de confianza, sentimental o laboral, entre víctima y agresor.

"Si encuentras un cuerpo desnudo, con lesiones en zonas vitales, la saña es evidente, ¿por qué tantas puñaladas? Los criminales basurizan los cuerpos, los desfiguran. Pasa todo el tiempo en la ciudad", imputa María de la Luz.

La autoridad no acredita esa violencia extrema aunque los casos se dispararon en los invernaderos de Xochimilco, donde en los últimos meses fueron halladas unas siete mujeres asesinadas, con fuertes signos de tortura y agresiones sexuales. Y el problema mayúsculo se repite: no se investigan como feminicidios.
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En la capital existe la Fiscalía Central para la Investigación de Homicidios y, dentro de su estructura, la Agencia Especializada de Investigación para la Atención del delito de Homicidio Doloso en agravio de Mujeres, con sede en Azcapotzalco. Pero, en general, investigan los casos las fiscalía desconcentradas de la procuraduría, ubicadas en las delegaciones.

"Hay cuestiones gravísimas. Muchas veces, las desconcentradas pierden material probatorio. Eso afecta las investigaciones", reprocha María de la Luz. Hay un patrón: "en el mejor de los casos, omisiones y negligencias, pero en otros preocupa que pudiera haber incluso colusión":

Las necropsias deben efectuarse en el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), dependiente del Poder Judicial, "pero la procuraduría arma los dictámenes antes. Limpian los cadáveres y no lo reconoce. Cuando el cuerpo entra al instituto, se pierde evidencia".

"Quieren ocultar", concluye, "no investigan porque eso reduce la estadística. Hay recursos, pero excesiva corrupción en los MP. Se solapan cuando pierden pruebas. Capacitamos, pero las investigaciones son porquería. Los asesinos siguen libres, matan a otras".
III.

Morena, alta, delgada, sonriente. Así era Mayra Abigail Guerrero Mondragón. En San Miguel Ajusco, vivía con su mamá y hermana en una casa modesta. Cuando la asesinaron, estaba por recibir título y cédula profesional en gastronomía, y estudiaba derecho en una universidad en la delegación Cuauhtémoc.
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"Todo desapareció esa noche", llora Araceli en un local céntrico. Dos causas provocaron su muerte: asfixia por estrangulamiento y traumatismo craneoencefálico, derivado de los severos golpes que recibió.

Lo impensable: los acusados fueron liberados al mediodía del lunes. Apenas había pasado un día, el cuerpo de Abigail permanecía en el Incifo, pero ellos ya transitaban las calles.

Araceli y Guadalupe ignoran qué pasó en el interrogatorio. Preguntaron al fiscal de Tlalpan por qué liberaron a ese par de asesinos. "Vayan a preguntar al otro MP, nosotros no sabemos", respondió. "No nos involucren", dijeron en la agencia vecina.

"Fuimos de un lado para otro", recuerda Araceli, "después, los fiscales de Homicidios y el de Tlalpan nos informaron que las leyes cambiaron. Los liberaron porque no tenían las pruebas genéticas para determinar su culpabilidad, aunque sabían que era un feminicidio con tortura. ¿Qué otra prueba querían, además del cuerpo de mi hija?"

Clemente e Iván se fugaron del pueblo. Sus familias afirman que ellos no son asesinos.

"Pasan los meses. Dimos tiempo, pero la autoridad sigue en lo mismo. Callan", increpa Araceli. "Urge que los encuentren, esto se va a repetir".

Abigail. Foto por Sandra Blow.

La ciudad, igual que el Edomex hace diez años
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El Observatorio se confronta con las autoridades capitalinas: Inmujeres, Secretaría de Gobierno, PGJ. "Denunciamos las irregularidades en las investigaciones y que los asesinatos van más allá de lo doméstico", indica María de la Luz.

La organización solicitó que se investiguen las zonas norte (Gustavo A. Madero) y oriente (Iztapalapa) de la ciudad que colindan con los municipios del Estado de México: Ecatepec, Tlalnepantla, Texcoco, Chalco y Nezahualcóyotl, donde el pasado 9 de junio el conductor de una combi de la ruta 40 violó y asesinó a Valeria.

"Ahí está el crimen", argumenta Estrada, "las chavas del Estado de México vienen a la capital a trabajar y de aquí se las llevan. Si no se atiende, el problema crecerá como en esa entidad, donde, si se hubiera decretado a tiempo la alerta de género, no habría tantas desapariciones".

"¿Puede compararse el panorama del feminicidio de hace diez años del estado con el de hoy en la ciudad?", pregunto.

"Sí, porque aquí ya se vislumbra que matan y desaparecen a las mujeres".

Esta violencia no es aislada, resalta, "no hay que ignorar las zonas cercanas al Estado de México, colindante con Guerrero y Michoacán, donde violencia y delincuencia organizada son tremendas. Trafican a las mujeres. El análisis de contexto funciona para entender la situación y no decir que una mujer 'se extravió'. Si la autoridad de la ciudad sigue culpando a la víctima y no acepta que no sólo las asesinan sus parejas, pronto tendremos un contexto terrible. La actitud nos obliga a solicitar la alerta de género. Hoy, las mujeres están en mayor riesgo".
IV.

Araceli escuchó a las autoridades de Tlalpan afirmar que si los condones no se notificaron en el dictamen, "no existieron". Pero una perito especial revisó con lupa las fotografías que tomó el hijo de Guadalupe. Comprobó su presencia: eran tres.

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"El fiscal insinuó que yo mentía", indica Guadalupe, quien acompaña a Araceli en la charla, "desde el inicio, la policía de Tlalpan hizo un pésimo trabajo".

Las dos hermanas se movilizaron. Se entrevistaron con Patricia Mercado, titular de la Secretaría de Gobierno, y con el Inmujeres, donde les recomendaron buscar asesoría en el Observatorio, organización que las acompaña legalmente.

El caso pasó a la Fiscalía de Homicidios, donde dicen que la investigación va lenta. Con el personal del área especializada en feminicidios nunca se entrevistaron. Mientras tanto, los asesinos desaparecieron del pueblo.

"Alguna vez escuché la palabra feminicidio, pero no le daba importancia. Parecía algo muy lejano", comparte Araceli.

Araceli exige la investigación rigurosa que se le negó a Abigail: "nosotros entregamos a los asesinos, la autoridad los dejó libres. ¿Ya violaron y asesinaron a otras mujeres? Sí. Hay que ver la saña con que mataron a Abigail".

Altar a Lesvy Berlín en el lugar dónde fue encontrado su cuerpo, en la mañana del miércoles 3 de mayo, en la Facultad de Ingeniería en Ciudad Universitaria. Foto por Ernesto Álvarez.
Lesvy
I.

Las obras literarias preferidas de Lesvy Berlín Osorio Martínez eran El Principito y Mujercitas. Leía sobre cosmovisión prehispánica y libros de corte infantil, especialmente los de Anthony Browne. Era políglota y coleccionaba diccionarios en diversas lenguas. Tenía pendiente leer Mujeres que caminan con lobos.

La última vez que se vieron, su mamá, Aracely, le preparó pasta. Esa noche durmieron juntas. Antes de retirarse de la casa de Aracely, la joven de 22 años dejó una última nota en el tocador: "Mamá, te amo inmensamente cuando preparas pasta".
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Horas después, la madrugada del 3 de mayo, Lesvy fue asesinada y hallada en los jardines aledaños al Instituto de Ingeniería, en Ciudad Universitaria. El cuerpo estaba "atado a una caseta de teléfono público", detalló la UNAM.

La noticia cimbró a la ciudad. La alarma se activó en la universidad y no era la primera vez. El 6 de septiembre de 2010, Adriana Morlett, estudiante de la Facultad de Arquitectura, desapareció después de asistir a la Biblioteca Central. Al siguiente diciembre algunos de sus restos óseos fueron encontrados en Tlalpan. Antes asesinaron a Areli Osorno y a Cristel Estebalí. Entonces, el delito de feminicidio no estaba tipificado.

Más de un mes después del asesinato de Lesvy, su mamá comparte que, en compañía de la abogada que lleva el caso, Sayuri Herrera, del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, acudió el pasado 30 de mayo al área de feminicidios de la Fiscalía de Homicidios, en Azcapotzalco. Solicitó acceso a la carpeta de investigación y una copia.

Las citaron más tarde, pero sólo le entregaron una reproducción del segundo volumen. "Queremos también el primer tomo y lo que se sume. Debemos constatar que se haya seguido el protocolo", demanda Aracely.

La madre entregó el documento a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, la dependencia que emitió una queja después de que la PGJ-CDMX publicara los mensajes en Twitter, reproducidos en medios y portales, que revictimizaron a Lesvy y justificaron su muerte: "estuvieron alcoholizándose y drogándose", "ya no estudiaba desde 2014, dejó sus clases en CCH Sur, debía materias".
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Aracely, madre de Lesvy Berlín. Foto por Ernesto Álvarez.

Ciudad de México "juarizada"

Tarde o temprano pasaría. No es extraño que la capital presente extremos violentos que antes caracterizaban a otros estados: la Ciudad de México se juarizó, dejó de ser un oasis.

Esa es la conclusión de Mariana Berlanga, investigadora de la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Estudia el feminicidio desde los casos en Ciudad Juárez y expone que "el tema es multifactorial. La estructura económica influye en la violencia de género: las mujeres son la mano de obra más explotada y, por otro lado, el conservadurismo y misoginia subsisten. Por eso son importantes las protestas. Visibilizar".

Berlanga, coordinadora del diplomado en Estudios feministas desde América Latina, contextualiza: "con la guerra contra el narco de Felipe Calderón, la violencia, no sólo de género, proliferó. Las instituciones colapsaron: hay 120 mil ejecutados, 27 mil desaparecidos. El crimen decide".

"¿En qué momento la ciudad se juarizó?", cuestiono.

"Cuando el gobierno dejó de gobernar", responde, "como dejó claro con el caso Ayotzinapa. Eso incidió en la capital y el punto de inflexión fueron los cinco asesinatos en la Narvarte. El mensaje fue claro: ya no estás a salvo en la ciudad".
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Hace una década, el feminicidio se veía algo lejano a la capital, "y ahora está aquí. Las mamás de Juárez dijeron que al rato iban a matar a todo mundo. Denunciaron redes de trata y las llamaron exageradas. Era lógico: la violencia tiende a aumentar".

El caso de Lesvy dejó un aviso: se rompió la frontera, "estamos desbordados. Cualquier mujer puede ser asesinada y se repiten las reacciones de hace 20 años en Juárez, o en el Estado de México: criminalizar a la víctima, decir que algo hizo para merecer ser asesinada. Esto ya es parte de nuestra realidad".

Berlanga finaliza: "donde hay un feminicidio, quedan una familia y comunidad rotas. Dispara todas las violencias. Las mujeres son las víctimas directas pero toda la sociedad termina quebrada".

María Salguero, foto por Carlos Espinosa.

Mapa del feminicidio

A María Salguero no cesan de buscarla los medios. No es para menos: esta mujer de 38 años es ingeniera geofísica por el Politécnico, pasó de las manifestaciones en las avenidas de la capital a la creación de un mapa interactivo en Google que documenta los feminicidios en México.

Desde su cuenta en Twitter, @PrincesaBathory, se dedica al activismo desde hace tiempo y, en 2013, ella y otros tuiteros trabajaron un mapa de desaparecidos: "En 2015, veía demasiadas notas de feminicidios. Hacía falta una buena base de datos. Hacer visibles a las víctimas, nombrarlas", relata.

Dio el primer paso en enero de 2016, con ayuda de sus conocimientos en matemáticas, una computadora Acer y la información de la prensa en internet. El Gráfico se convirtió en una de sus fuentes de cabecera.
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Configuró la función de alertas de Google con etiquetas como: "feminicidio", "mujer asesinada", "mujer descuartizada". El buscador notifica nuevos casos y María actualiza el mapa. Las cruces en círculos rojos representan los casos de 2016, las moradas las de 2017. Al dar clic, del lado izquierdo se despliega la información del feminicidio.

Por ejemplo: rangos de edad, escenario del crimen, el vínculo de la víctima con el asesino y si éste fue aprehendido o es prófugo. El mapa documenta que el año pasado se cometieron 2,010 feminicidios en el país.

Salguero se basa en el Modelo de Protocolo de investigación de ONU Mujeres, que define feminicidio como "la muerte violenta de mujeres por razones de género, que tenga lugar dentro de la familia o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión".

La semana en que Lesvy fue asesinada, indica María, se cometieron otros cuatro feminicidios en Iztapalapa, Milpa Alta, Xochimilco y Álvaro Obregón.

"En 2016, cuento 104 casos en la ciudad, y esto prueba que la procu maquilla las cifras", acusa, "debe activarse la alerta de género. Hay descuartizadas, enmaletadas, calcinadas. Es un horror".


El mapa contradice a la PGJ
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En México son asesinadas siete mujeres cada día, de acuerdo con el OCNF y la ONU, y la entidad más peligrosa para ellas es el Estado de México, con 933 feminicidios y 4,281 desapariciones de 2005 a 2014, la mayoría jóvenes menores de edad, indica la cifra oficial de la procuraduría de la entidad. La dependencia registró 504 asesinatos de enero de 2014 a septiembre de 2015, pero no informa cuáles fueron catalogados como feminicidios.

Estos datos no reflejan una totalidad, pues son los casos denunciados por familiares y la autoridad no siempre clasifica como feminicidio.

Los encabezados de 2017 en la prensa muestran que la Ciudad de México va por el mismo rumbo: "Lisa desapareció mientras paseaba a su perro", "Contrata asesino para matar a su esposa" (ambos casos de Benito Juárez), "Pilar salió de casa sin llevarse nada; sospechan de joven" (Iztapalapa), "Asesinó a su madre y ocultó el cuerpo durante una semana" (Coyoacán), "Hallan dos muertas en Tláhuac".

El mapa de Salguero revela números que contradicen a la PGJ-CDMX, instancia que entregó a VICE México una estadística que informa que en 2015 y 2016 se iniciaron, respectivamente, 56 y 46 averiguaciones por feminicidio. En 2016, Salguero documentó 58 más: 104 en total, un promedio de ocho o nueve cada mes.

De enero a abril de 2017, la procuraduría cuenta 14. La activista registró 50, hasta el 19 de junio.

La dependencia señala que de julio de 2011, cuando se tipificó el delito en la ciudad, a abril de 2017, se sentenciaron 77 personas.
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Del mapa de Salguero se desprende que la mayoría de las víctimas tenía edades entre los 18 y 59 años. El 23 por ciento no se identificó. Hay más mujeres baleadas o asfixiadas y sus cuerpos fueron encontrados en la vía pública, casas o vehículos. Casi todas eran de Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Xochimilco o Álvaro Obregón. La identidad del feminicida se desconoce en 53 por ciento de los casos y el 61 por ciento está prófugo. Sólo una persona recibió sentencia.

El hombre que descuartizó a una joven en Tlatelolco fue condenado a 50 años de cárcel por el delito de homicidio, aunque se tratara de un evidente feminicidio. Casos así activan las sospechas de activistas y organizaciones como el Observatorio del Feminicidio.

Los datos de la procuraduría en poder de esta organización notifican que del 27 de julio de 2011 al 30 de abril de 2016, se contaron 258 feminicidios. El Universal informó que, a diciembre pasado, la cifra ascendió a 291. Las jóvenes de 18 a 30 años son las principales víctimas, con mayor número de casos en Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Cuauhtémoc.

Mapa y cifras oficiales coinciden en las delegaciones donde ocurren el mayor número de asesinatos.








II.

Aracely se enteró de los tuits que justificaron la muerte de Lesvy el 8 de mayo, cuatro días después de su publicación. Cuando le informaron que el cuerpo hallado en CU pertenecía a su hija, los días se fueron en trámites.

"Algunas notas dijeron que se dieron a conocer datos de la vida privada de Lesvy. Y no: no era información personal. No habla de quién era ella. Es el dicho de una persona. Y encima publicaron su nombre y edad", imputa Aracely.
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La madre exige una reparación integral del daño: "se violaron derechos humanos. ¿Cuántos casos necesitamos para que funcionarios entiendan que no deben estigmatizar a la víctima?"

Aracely y sus familiares tienen algunos aliados. El Centro Vitoria los acompaña integralmente en el caso. Se reúnen con el Observatorio del Feminicidio y el grupo expertas en violencia de género de la UNAM que surgió para apoyar el desarrollo de la investigación.

María de la Luz Estrada, del Observatorio, denuncia que la procuraduría inició la investigación del asesinato como homicidio. "Cuestionamos al procurador", indica, "le hicimos ver que mienten cuando dicen que toda muerte violenta se inicia como feminicidio. Esta es prueba. No aplicaron el protocolo, el cual exhorta a resguardar a la mujer. Filtraron información de un testimonio, su pareja".

Estrada se pregunta si, de nuevo, las autoridades dejarán de lado las razones de género: "dicen que fue estrangulada, y eso es muy recurrente en los feminicidios. Se debe de investigar el contexto: si vivía violencia en la pareja, si operaban bandas en la zona. Eso genera una hipótesis de investigación".

"No hay cifra negra": Procuraduría

El fiscal de Homicidios de la PGJ-CDMX, Marco Enrique Reyes Peña, asegura en entrevista que las cifras determinan que los feminicidios disminuyeron en 2016.
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"El número es dudoso. Aunque los asesinatos presentan características de feminicidios, no los están catalogando así", contradigo.

"Todas las muertes de mujeres se investigan aplicando el protocolo. No hay cifra negra", dice.

"Mamás y organizaciones reprochan que no se sigue el protocolo. Hay pocas sentencias", continúo.

"Estamos al pendiente de que se aplique".

"Pero eso no pasa".

"Eso es lo que tú comentas, lo que tú piensas", refuta el fiscal.

"Lo dicen los casos, el de Abigail, por ejemplo".

"Tendría que revisar", ataja.

Cuando pregunto qué significa que existan más casos en delegaciones colindantes con el Estado de México e incluso en el corazón de la ciudad, la Cuauhtémoc, Reyes replica: "ahí hay más población".

"Es el mismo pretexto del gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, quien niega la presencia del crimen organizado en esa entidad".

Objeta: "algo es claro, muchos de los responsables eran parejas y exparejas".

"La pérdida de evidencia se reproduce en la Ciudad de México", comento.

"No existe un parangón entre ambas entidades, no".

Días después charlo con Teresa Inchaústegui, titular del Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México. Sostiene: "este problema es sistémico. Lo hemos reconocido y no quiero hacer ninguna defensa de un sistema y sociedad donde los hombres matan a las mujeres".

Vuelvo a lo mismo: la capital repite el patrón del estado: no investigan como feminicidio. Dice: "hay fallas que no se han terminado de afinar. No defiendo lo indefendible. El contagio de zonas no espera, se da en el mismo periodo donde en un punto vecino se presenta la violencia contra las mujeres".
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Karen
I.

"El asesino de tu hija está en prisión, pero esto apenas comienza. Si no eres fuerte, no habrá justicia". Guadalupe Guchi escuchó la advertencia del Observatorio del Feminicidio: enterrar a Karen no sería lo más difícil.

Karen estudiaba Ciencia de la Comunicación en la UNAM. Conocía a Mario de años atrás. Alguna vez salieron pero decidió sólo ser su amiga.

El lunes 11 de junio de 2012, antes de las diez de la noche, Mario llegó a su casa, en Azcapotzalco. Charlaron afuera. Pasaron unas horas y ella no regresó a la vivienda. La familia la buscó en las calles. No estaba. Buscaron a Mario y él negó haberla visto. Guadalupe sabía que ese joven de 22 años mentía.

Buscó ayuda en el Juzgado 9 de la México-Tacuba, en Miguel Hidalgo. "Su hija se fue con el novio". Guchi suplicó que interrogaran a Mario. "¿Le consta que él la vio por última vez?"

Cuando el MP lanzó esa pregunta, la joven ya había sido golpeada y asfixiada en el hotel Clavería, en Azcapotzalco.

Horas después, por la mañana, Guadalupe regresó al juzgado. La enviaron a levantar la denuncia a la Fiscalía Anti Secuestros. La familia solicitó a la empresa de telefonía móvil el historial de la línea de Karen e identificó las varias llamadas de Mario del día anterior.

La fiscalía afirmó: "señora, su hija se fue, comprenda, vaya a CAPEA". Guadalupe enloqueció. "Usted acusa a una persona inocente, la vamos a arrestar", amenazaron.
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"Solo quiero que se le investigue", rogó la mujer. "Ya, tómenle la declaración".

La policía buscó a Mario. Lo encontraron en la academia de baile donde laboraba. Primero negó haber visto a Karen, después lo aceptó y alegó que ella se fue a casa. Eso bastó para que la policía dijera que él "estaba limpio".

Un comandante llamó a Guadalupe a las 12 de la noche: "hay noticias, una buena y una mala". La primera, Karen había aparecido. La segunda, muerta por asfixia. Las cámaras revelaron que ingresaron al hotel después de las diez. Menos de una hora después, Mario abandonó el lugar.

"Bueno, sí la maté", confesó, "pero saldré de la cárcel en 15 años". Declaró que Karen era su "amante" y la procuraduría lanzó un comunicado con esa versión.

Guchi denuncia: "hasta hoy, los jueces y ministerios públicos asumen como cierto todo lo que dice Mario. En su última versión prácticamente Karen le pidió que la matara".









Puedes asesinarlas

En la Ciudad de México, hay otro problema: el Poder Judicial local.

"Los criterios de los jueces son terribles", indica Rodolfo Manuel Domínguez, abogado del OCNF y asesor jurídico en algunos casos, "lo hemos documentado una y otra vez en feminicidios y sobrevivientes. Invisibilizan la violencia.

"En algunos casos, se logra que se investigue como feminicidio. Pero cuando llega al Poder Judicial, se reclasifica. Es homicidio, dicen los jueces. No hay perspectiva de género".

El magistrado puede negar un feminicidio por el arma empleada. Un cuchillo, por ejemplo. No toma en cuenta las agresiones sexuales. Sólo resalta el objeto, lo que no muestra la violencia de género: justo lo que castiga el feminicidio.
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"Sucedió en el caso de Karen", testifica el abogado, "los funcionarios asumen que fue su culpa que la violaran y mataran. Los denominadores son maltrato a la víctima, negligencia, investigaciones sin perspectiva. Sucede en toda la cadena: MP, peritos, policía judicial investigadora, jueces.

"En casos de mujeres sobrevivientes, los agresores son condenados a ocho años. Consideran que no las querían matar, aunque fueran golpeadas y violadas. La situación se agrava en la ciudad. Se olvidan de que la impunidad manda un mensaje de permiso".

A Mario, el asesino de Karen, lo sentenciaron a 35 años por homicidio calificado, pero no es suficiente, señala, pues "se invisibilizó la violencia previa". Tras agotar los recursos jurídicos para atacar el fallo, solicitaron la intervención de la Suprema Corte. El máximo tribual atrajo el caso.
II.

Cuando trasladaron a Mario al Reclusorio Oriente, el Observatorio del Feminicidio buscó a Guadalupe Guchi para respaldarla moral y legalmente. El protocolo dice que la agencia especializada debe tomar el caso. Anti Secuestros ignoró el procedimiento. El asesinato no fue catalogado como feminicidio.

Karen fue agredida hasta morir, pero el entonces titular del Juzgado 52 del reclusorio negó violencia en el crimen, aunque el peritaje independiente demostró una grave lesión en el cráneo. El juez desechó esa información.

"Nunca tomaron en cuenta las razones de género", cuenta Guadalupe, "varias veces solicité careo. Mario no quiso. La autoridad me decía: '¿para qué quiere eso si ya sabe que la mató? Le encanta hacernos trabajar'".
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Denunció ante los medios las fallas de la procuraduría y el juzgado amenazó con arrestarla. Después aprendió a defenderse: "no entendía esa insensibilidad de abogados y forenses. Esperaba en la banquita, pero supe que tenía derecho a estar en las audiencias. Es pesado: ver a Mario, lidiar con el juez... Me citaban a las nueve. Estaba ahí todo el día. Querían cansarme. No lo lograron".

En junio de 2013, Mario recibió sentencia. El Juzgado 52 tenía facultades para reclasificar el crimen como feminicidio, y no lo hizo. El secretario de acuerdos le dijo a Guchi: "el juez dictó la media para no pelear con ninguna parte".

Guchi y el abogado del Observatorio apelaron ante la segunda sala penal del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. "Habían sido violados mis derechos porque el juez no aceptó las pruebas sobre lesiones infamantes, sólo dijo: 'nosotros no vemos esto, lo del feminicidio fue apenas en 2011'".

Se reabrió el caso. Otro año de proceso, con un resultado idéntico. Mario apeló la sentencia en 2015 ante un colegiado. Dice que se declaró culpable por amenazas. Antes afirmó que cometió el crimen por culpa de "un estado emocional violento". El juez, señala Guchi, le da credibilidad.

"Ha sido un proceso muy largo y cansado. Uno de mis hijos sigue yendo al psicólogo. Otro quiso suicidarse. Nada de eso es relevante para las autoridades".
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@riveravazg

FEMINICIDIOS EN LA CDMX
FEMINICIDIOS EN EL DF
FEMINICIDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO

viernes, 7 de julio de 2017

Relatos Salvajes: Niño del suicidio colectivo en San Jerónimo, con signos de abuso sexual del padre

Niño del suicidio colectivo en San Jerónimo, con signos de abuso sexual del padre
El pasado 7 de junio, Mireya Agraz se suicidó y le quitó la vida a sus hijos; denunció en una carta póstuma violencia sexual cometida por su ex pareja.


(Foto: Facebook).

Arturo Ilizaliturri
Julio 4, 2017 1:24 pm

El pasado 7 de junio terminó la disputa de casi siete años entre Mireya Agraz y Leopoldo Olvera por la custodia de sus tres hijos; ella quitó la vida a las dos niñas y al niño, y se suicidó en un domicilio de San Jerónimo Lídice, al sur de la Ciudad de México, dejando una carta póstuma que denunciaba abusos cometidos por Leopoldo Olvera contra ellos.

Dos estudios psicológicos realizados al hijo mayor de la pareja entre 2011 y 2013 revelaron signos de abuso sexual cometido por Leopoldo, desde que el niño tenía tres años.

El 29 de junio de 2011, la psicóloga Leticia Abrego, docente de la Facultad de Psicología de la UNAM, reportó los primeros hallazgos del abuso, de acuerdo con un documento en poder de Aristegui Noticias.

“El menor presentaba cambios en su comportamiento drásticos y fuera de lo común desde diciembre de 2010, como tocarse constantemente su pene, meterse los dedos en el ano, mostrarse irritable, llanto fácil, mínima tolerancia a la frustración, agresión, con importante hipersensibilidad en la región anal al grado de perder el control de su esfínter”, escribió la psicóloga Abrego.

La especialista también destacó en su dictamen que el niño “reporta que le duele su zona anal, que él se toca con sus dedos el ano y que su padre se lo hacía a él, que éste le metía el dedo, indicándolo son su dedo índice y señalando en su cuerpo dicha zona”.

La psicóloga Abrego identificó durante esa consulta “un repertorio conductual preocupante, que toma tintes asociados a ser víctima de maltrato; violencia o agresión”.

Esta valoración fue solicitada por Mireya Agraz, quien previamente denunció los hechos referidos por su hijo ante una agencia del Ministerio Público, abriéndose la averiguación previa FDS-6/T2/5/6/11-06, de acuerdo con una queja que ella misma presentó ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).

Un nuevo estudio realizado por la psicóloga de la UNAM tras la separación del matrimonio y casi un año después de la primera valoración, indica que el niño “muestra signos y síntomas de haber sido víctima de violencia y abuso sexual bien expresado y con claridad por el mismo menor, en la persona de su padre”.

En esta nueva valoración, Abrego descartó la presencia del “síndrome de alienación parental”, que ocurre cuando el padre o la madre que conserva bajo su cuidado al niño lo manipula para colocarlo contra el otro progenitor, mientras que afirmó violación y abuso sexual por parte de su padre.

Otro estudio psicológico fue realizado por el DIF de la Ciudad de México, dentro del juicio de divorcio.

A lo largo de 12 sesiones realizadas por el psicólogo Omar Isidro Asiain, el niño volvió a mencionar ser víctima de violencia sexual. Al respecto Asiain informó lo siguiente el 14 de junio de 2012: “ si bien el que suscribe no puede negar o afirmar la veracidad de los hechos mencionados por el menor, su expresión natural y espontánea sugieren ser considerados seria y responsablemente pensando principalmente en su protección y bienestar”.

“Se concluye primeramente que existe la posibilidad de que el menor (…) haya sido víctima de maltrato infantil, que los indicadores de los instrumentos y técnicas señalan al progenitor como generador de dicho maltrato y que en segunda instancia y por consecuencia de lo anterior el menor corre riesgo en convivir con él”, añadió.

Por otra parte un tercer estudio realizado por Rocío Estela López Orozco, perito en Psicología nombrada por el Instituto de Ciencias Forenses del Distrito Federal (Incifo), concluyó en sentido contrario.

La perito López Orozco no encontró “elementos que indiquen la posibilidad de una victimización sexual, pues es un niño confiado, seguro, sociable aún con personas desconocidas”, de acuerdo con el dictamen de su evaluación, realizada el 31 de octubre de 2012.

“Sin haberle preguntado al respecto expresa, utilizando las mismas palabras que su mamá que ‘su papá le tocó la colichi‘ (sic.) no detectándose ninguna emoción asociada con lo narrado”, afirmó la perito.

Debido a lo anterior, López Orozco recomendó el restablecimiento de forma gradual y supervisada de la relación del niño con su padre.

Este último estudio fue tomado en cuenta por Cristina Espinosa Roselló, Jueza Décimo de lo Familiar, para ordenar el restablecimiento del vínculo paterno-filial entre Leopoldo Olvera y su hijo.

Las tres valoraciones psicológicas tuvieron duraciones diferentes.

El estudio que realizó la psicóloga Abrego constó de 10 sesiones de una hora cada una, de acuerdo con la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas A.C., que asistió a Mireya Agraz.

El psicólogo del DIF reportó haber realizado 12 sesiones entre el 24 de febrero de 2012 y el 28 de mayo del mismo año. Mientras que la valoración de la perito del Incifo, que fue tomada en cuenta por la jueza Cristina Espinosa Roselló, duró solo una hora y 20 minutos.

A continuación, los dictámenes psicológicos a los que Aristegui Noticias tuvo acceso:

Valoración de la psicóloga de la UNAM, Leticia Abrego:

jueves, 6 de julio de 2017

Relatos Salvajes- El anciano que engañó a todo el mundo para asesinar a su mujer



Condenado a 31 años el acusado de rematar a su esposa en un hospital de Ourense cuando se recuperaba de un intento de asesinato anterior


El acusado durante el juicio. ÓSCAR CORRAL


El 8 de mayo de 2015, Aniceto Rodríguez Caneiro, un hombre de 77 años, empuñó un cuchillo de deshuesar de unos 17 centímetros de hoja y remató con él a su esposa, Isabel Fuentes, de 66 años, que se recuperaba en el Complejo Hospitalario Universitario de Orense (CHUO) de un fuerte traumatismo craneoencefálico. La habían golpeado en la cabeza “unos ladrones”, dijo entonces el marido, que asaltaron su domicilio mientras ambos dormían. La mujer acababa de ser trasladada a una habitación tras permanecer un mes en la unidad de cuidados intensivos, y Aniceto se plantó a su lado: se quedaba día y noche y comentaba a quien preguntaba por ella que se estaba poniendo bien. Antes de que la mujer pudiese recuperar el habla, la mató a cuchilladas. Después se autolesionó. El anciano que engañó a todo el mundo acaba de ser condenado por la Audiencia Provincial de Ourense a 31 años de cárcel; 19 por asesinato consumado y 12 por intento de asesinato. En el juicio dijo que no recordaba nada. Se declaró inocente.

Engañó a todo el mundo: a las amigas de la víctima, a la familia, a los vecinos, a la juez, al personal sanitario... Solo los agentes que acudieron a la vivienda familiar cuando se produjo la primera agresión sospecharon de él. Descartaron el robo (los cristales de la puerta se habían roto desde dentro, aunque todo estaba revuelto no faltaba nada y había un martillo “como colocado”) y pidieron para él una orden de alejamiento de la víctima que nuca se dictó.

Un año después de confesar la autoría de la primera agresión a su esposa, durante la reconstrucción judicial de los hechos que se realizó en la casa familiar de Pazos, en Verín, Aniceto Rodríguez se desdijo. “Locuras; cosas que se meten en la cabeza”, justificó durante aquella recreación del intento de asesinato los motivos por los que había mentido el día del crimen, cuando lo atribuyó a unos ladrones. En el lugar de los hechos, reconoció que había intentado matar a su esposa de un martillazo en el cráneo mientras dormía en el sofá del salón frente al televisor. Hace 15 días, durante la celebración del juicio, volvió a negarlo.

“Nunca discutí con mi mujer”, señaló en su comparecencia judicial, acusado de intento de asesinato y asesinato consumado. La fiscalía pedía para él 39 años de cárcel y la acusación particular, 49. Tras negar las discusiones matrimoniales, Aniceto aseguró que no recordaba “nada de nada de nada” de ninguna de las dos agresiones. “Estoy desmemoriado de todo”, zanjó, aduciendo que había sufrido un ictus.

La madrugada en la que Isabel Fuentes fue golpeada en la cabeza en su vivienda, él se echó a la calle convencido de que su esposa estaba muerta. “¡Me han matado a Isabel, me la han matado!” gritaba.

La víctima había recibido “al menos tres golpes” en la parte derecha de la cabeza con un arma “contundente”. Según los forenses, dos de esos golpes pudieron haberle causado la muerte: perdió hueso y masa encefálica correspondiente a la zona del cerebro donde se ubica la memoria”. Pero estaba viva. Lo detectó Corona, vecina y prima de Isabel, cuando acudió a la llamada de Aniceto y sintió que la mujer le apretaba la mano. Fue ella quien llamó al médico “porque él dijo que estaba nervioso”, declaró.

Los agentes detectaron en la primera inspección ocular que había cosas que “no cuadraban” con un robo con violencia. Todo les indicaba que se trataba de una agresión machista.

Lo que no les cuadraba era que el “afligido más que afectado” marido hubiese dicho que él estaba ya en la cama (que “no tenía ni una arruga”) cuando escuchó a su esposa llamarlo, la cronología (a los ladrones les habría dado tiempo de romper el cristal, abrir la puerta con las llaves que estaban en la cerradura, reducir a martillazos a la mujer, abrir tres armarios de la cocina, vaciar varios bolsos y huir: todo ello a apenas 15 metros de distancia de Aniceto), ni la trayectoria de los golpes recibidos con la petición de ayuda que narraba el marido. El médico que la atendió en el complejo hospitalario reforzó la tesis del intento de homicidio frente a la del robo.

La juez de Verín descartó, no obstante, dictar la orden que impidiera a Aniceto acercarse a Isabel. “Aunque nosotros teníamos claro que había sido él y que la vida de ella corría peligro, la juez no lo vio así”, declaró el sargento que dirigió la investigación. La familia de Isabel está convencida de que estaría viva si la Justicia la hubiese protegido o si les hubiesen advertido a ellos del peligro que corría.

Aniceto la remató a la menor oportunidad. La letrada de la acusación particular, Beariz Seijo, ha insistido siempre en la “doble muerte” de Isabel Fuentes. Según el parte forense, en la cama del hospital en la que fue acuchillada, recibió dos heridas: una de tanteo y otra en la que el arma fue introducida en una zona vital y movida en cuatro direcciones. Le atravesó el corazón y llegó al pulmón. Para tener mayor precisión, el asesino le levantó primero el camisón: no presentaba ningún corte.

Las heridas, según los forenses, eran “coincidentes” con el cuchillo de deshuesar de mango amarillo tirado en el suelo al lado de donde yacía, autolesionado en el cuello, el agresor, aunque la Audiencia no lo ha considero probado. En el bolsillo de su chaqueta había una nota manuscrita en gallego: “Isabel, cariño, te dieron un golpe muy grande (…) Estás muy grave y no te puedo ver así”. Espero que nos incineren juntos”, texto al que apeló su defensa para señalar que Aniceto Rodríguez “no aceptaba” los hechos ocurridos en el domicilio familiar.

El anciano había conseguido ganarse la confianza de todo el mundo. “Parecía que se querían; nos engañó a todos”, sostienen sus vecinos. La juez rechazó dictar una orden de alejamiento basada en “sospechas”, y las enfermeras que encontraron a la mujer sobre un charco de sangre en la cama del hospital aseguraron que jamás había mostrado antes algún comportamiento extraño. “Era amable con nosotras y cariñoso con ella”, precisaron, explicando que incluso llegó a llorar días antes del asesinato comentando que su mujer se iba a morir. “Decía que la necesitaba y nunca mostró rasgos de enfermedad mental”.

No podía mostrarlos: no la padecía. La sentencia considera probado que el asesino estuvo “afectado en las funciones implicadas en la capacidad procesal” solo tras el intento de suicidio, después de consumar el asesinato de su mujer en el hospital. Y precisa que fue evolucionando favorablemente. "Entendía que Isabel le pertenecía y que podía disponer de su vida”, sentenció el fiscal en el juicio. La Audiencia de Ourense sostiene que en el momento de cometer los hechos, Aniceto tenía sus capacidades intelectivas y volitivas “plenamente conservadas”.

martes, 4 de julio de 2017

Relatos Salvajes: Uriel o de la deshumanización

Uriel o de la deshumanización

Tiene 3 años de edad. El jueves 25 de mayo fue internado de emergencia en el hospital pediátrico del IMAN, frente a Perisur. De los mejores del sector público, al menos hasta esta fecha.
Uriel presentaba un cuadro de convulsiones y espasmos, sin que su madre acertara a precisar la causa. El niño había padecido otras enfermedades, pero nada tan preocupante como las convulsiones.
Llegó al hospital y después de resistirse a recibirlo, “porque no hay camas”, ante la gravedad del cuadro terminaron por ingresarlo.
Le pidieron que comprara un antibiótico, ya que el hospital carecía de la medicina. Costaba mil 300 pesos. Tardó casi seis horas en conseguir el recurso y comprarlo.
Durante los siguientes cuatro días, Uriel fue estabilizado, pero no se reponía del todo. Las convulsiones habían cesado, pero ahora un cuadro de calentura y fiebre impedía darlo de alta. No acertaban tampoco a precisar las causas.
El miércoles 31, la madre se retiró unas horas para dirigirse a su domicilio por ropa y alimentos, pero al llegar al mismo, una llamada del hospital la inquietó.
“Tiene que regresar de inmediato, no le podemos decir por aquí qué pasó”.
En el hospital, la madre fue informada de que Uriel había sufrido “complicaciones cardiorespiratorias” y había fallecido.
La joven madre no daba crédito a lo que escuchaba, ya que todos los reportes de rutina eran “delicado, pero estable”.
Postrada de dolor y confundida con lo sucedido, la madre empezó los trámites para la inhumación de su hijo único. Por ser madre soltera y tener una condición económica precaria, el hospital le ayudaría a no cobrarle un precio alto por los servicios. De todas formas debió pagar mil 600 pesos. La autopsia le sería perdonada a Uriel.
En compañía de una tía, la madre acudió a una de las funerarias aledañas al panteón 20 de Noviembre, ubicado en Tlalpan. Contrató un servicio funerario de 10 mil 500 pesos, el más económico, que incluía trámites, una caja sencilla y una cripta vertical. Los familiares y el panteón sugerían incinerar sus restos. La madre se opuso.
A Uriel lo velaron toda la noche del martes 30 de mayo y el miércoles 31 al mediodía el sepulturero del panteón estaba colocando la tapa de mármol a una fría gaveta de cemento.
Ese miércoles por la noche, la tía recibió una llamada urgente del panteón. Los veladores de la sala habían escuchado lamentos, golpes secos de madera y un llanto incesante proveniente de la cripta de Uriel. Procedieron a retirar la losa, a sacar la caja de madera y a sacar a Uriel de la caja entre llantos de dolor, con la cara y brazos rasguñados por la desesperación y el terror.
Uriel fue traslado de emergencia al hospital Gea González, donde le diagnosticaron que padece epilepsia, y fue dado de alta una semana después, con las recomendaciones del caso. Hoy se repone en su casa, con su madre, su abuela y su tía.
El director del IMAN no quiere saber nada del caso. Dice que él no atendió a Uriel. Que el médico que lo estuvo viendo todo el tiempo era un pasante, que ya no asiste al hospital y no se sabe de su paradero.
Ante la advertencia de que el hospital sería demandado, personal del nosocomio ha buscado a la madre de Uriel para decirle, entre recomendaciones y amenazas, “déjalo así, no te metas en más problemas, lo más importante es que Uriel está vivo”.
Para ellos empieza ahora otra pesadilla: la procuración de justicia. El pequeño Uriel libró la epilepsia, la autopsia y la incineración. Que la justicia institucional no lo condene ahora al sepulcro de la impunidad.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
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