miércoles, 21 de diciembre de 2016

A proposito... de esto

Anoche cometí una estupidez, salí de casa a la 1 am, a pedirle al imbécil que tenia la música a todo volumen, que por favor, bajara su ruido para dormir al bb... su respuesta mal pedo, fue: pero no esta alto señora... le bajo, pero no esta enojada verdad?!
No esta enojada??!!!

WTF!!!



La menor provocación

21/09/2016 01:02 AM


El domingo por la noche es una difícil emergencia. La música de los vecinos había sonado 30 horas. Leyó usted bien: 30 horas de una rara cosa que llaman música trans. Yo le llamo punchis-punchis. Una de la mañana. Salgo de mi casa y les toco a los vecinos para pedirles que le bajen a la música, que mañana es lunes. Un joven de unos 30 años, amable, me dice que desde luego pondrá su música en bajos decibeles. Le agradezco, y como suele decirse, paso a retirarme. Una gran lección de civilidad. A dormir.

Media hora más tarde me despierta el sonido del fin del mundo. Abandono mi domicilio (la prosa notarial es fácil y atractiva), con los pelos literalmente de punta llamo a la puerta, con fuerza, y me quejo airadamente. Detrás del joven amable aparece un cuarentón blanco, urbano, fuerte, que me insulta con la rapidez y la decisión de un rufián. Se encuentra detrás de una reja detrás de la cual está la puerta de su casa. Las infamias casi todas son homófobas: “pinche puto, salgo y te rompo la madre a cachetadas”. Resumo en una frase 15 minutos de injurias.

Fiel al aforismo legendario de Pagés Llergo que decía que al que se agacha se lo chingan doble, lo llamo a la calle. Soy mi padre y eso me deprime, pero ésa es otra historia: sal y acá nos rompemos la madre si eres tan verga. Ya dije que el falocentrismo domina la agresión machista. Los amigos jóvenes detienen al orangután. No sale.

Me dice esto: “no sabes con quien te viniste a meter, puto”, de nuevo, homofobia y destrucción: “No te la vas a acabar, voy a pedir una camioneta y te vamos a dar un levantón, puto, a ti y a toda tu familia, pero antes te vamos a coger. Ya valiste. Te atreviste a tocar en mi casa”.

Regreso a la madrugada y pienso en lo que acaba de ocurrir: me han amenazado de muerte, a mí y a mi familia. Marco números de amigos. Me ayudan las autoridades de Ciudad de México. Se dice que en esa casa entran y salen paquetes, entregan cosas, van y vienen mensajeros en la noche.

El delegado Monreal, ¿gobierna algo? Estoy amenazado y he tomado cartas en el asunto.

rafael.perezgay@milenio.com

Twitter: @RPerezGay

Solsticio de muerte _ Sergio Sarmiento




JAQUE MATE / Sergio Sarmiento 21 Dic. 2016

"Combate a aquellos que no creen en Alá y el Último Día...".

Corán (9:29)

Hoy es el solsticio de invierno. A las 10:44 tiempo universal, 4:44 de la mañana hora central de México, terminará el otoño y empezará el invierno. Hoy será el día más corto del año y tendremos la noche más larga. El sol alcanzará su menor altura en el horizonte en todo el año.

El solsticio de invierno ha tenido por milenios un papel importante en la cultura. El ser humano en la antigüedad pasaba mucho tiempo observando los cielos para entender los ciclos de la naturaleza y las estaciones del año. Sitios neolíticos, como Stonehenge en Inglaterra, parecen alineados hacia el punto del amanecer en el solsticio de invierno. El Yule de los pueblos germánicos y escandinavos era la celebración del solsticio, como lo era la fiesta del Sol Invicto de los romanos. En un mundo sin conexión, los mexicas tenían su Panquetzaliztli, una fiesta por el nacimiento de Huitzilopochtli y la caída de Tezcatlipoca, aunque la celebración se hacía unos días antes del solsticio.

La Navidad es también un festejo del solsticio de invierno. Los Evangelios no dan fecha del nacimiento de Jesús, pero la Iglesia Católica de los primeros siglos fusionó el nacimiento de Jesús con las celebraciones del Sol Invicto. Era más fácil hacer proselitismo de esta manera.

En este 2016 hemos empezado los festejos del solsticio de invierno con una nueva serie de atentados terroristas. Este 19 de diciembre se registró un ataque con un camión contra una multitud reunida en un mercado navideño que recuerda el atentado del 14 de julio en la Promenade des Anglais de Niza. El Estado Islámico, Daesh, reivindicó ayer el atentado. También el 19 un policía vestido de civil asesinó al embajador de Rusia en Turquía al grito de Allahu akbar, "Dios es grande". En Zúrich, Suiza, una persona murió y tres quedaron heridas en un ataque a un centro islámico.

Los ataques hacen ver que no hemos avanzado tanto desde los tiempos en que matar en nombre de Dios era una realidad habitual. El mundo está sufriendo un incremento en el número de muertes en atentados terroristas y guerras religiosas. Si en el pasado al-Qaida pareció la cima de la crueldad, hoy el Estado Islámico y Boko Haram la han rebasado. Estos dos grupos no se contentan con matar a infieles, sino que asesinan también a musulmanes. Consideran que tienen derecho a violar a las mujeres de otras fes o a forzar su conversión al Islam, a pesar de que el Corán establece: "No hay obligación en la religión" (2:256).

El Islam, como el cristianismo, concibe a Dios como un ser eminentemente bueno. La basmala, la frase que se recita antes de toda sura o capítulo del Corán, nos dice: "En el nombre de Dios (Alá), el clemente, el misericordioso". Esta simple frase debería evitar que algunos musulmanes utilizaran a Dios como excusa para matar o cometer otros actos de crueldad.

No es ésta la primera vez, sin embargo, que la religión se utiliza como pretexto para cometer crímenes. Así como algunos eruditos islámicos sostienen que "los llamados versos de la espada", como el 9:5 y el 9:29, "han abrogado" los versos del Corán que hablan de "tolerancia, compasión y paz", como señala Ayaan Hirsi Ali, algunos filósofos y clérigos cristianos descartaron en el pasado las palabras de amor y tolerancia de Jesús para usar el Evangelio como pretexto para matar y expoliar.

Hoy, solsticio de invierno, debemos rechazar estas lecturas de los textos sagrados. La violencia es siempre reprobable, pero cuando se ejerce en nombre de Dios se convierte en un sacrilegio que ninguna religión puede permitir.


· POR LA EDUCACIÓN


En nombre de la educación, ayer un grupo de normalistas encapuchados quemaron una docena de vehículos en el estacionamiento de la Secretaría de Educación de Chiapas en Tuxtla Gutiérrez. Piensan que quemar autos les debe asegurar plazas automáticas.

@SergioSarmiento

viernes, 16 de diciembre de 2016

Una reconocida escritora francesa explicó por qué se arrepiente de ser mamá aunque ama a sus hijos


Una reconocida escritora francesa explicó por qué se arrepiente de ser mamá aunque ama a sus hijos


“Criar un hijo es 1% felicidad y 99 % preocupación”.

Sianatkins
Por Ghalia Naim



Mi madre se casó a los 30 y me tuvo a los 35, según ella, con papá jamás hablaron de tener hijos hasta que el test de embarazo salió positivo. Ninguno planeaba tenerlos pero fueron excelentes padres, eso sí, también aseguran que habrían sido muy felices sin mi. La gente siempre suele bromear con que fui “un error”, pero más bien fui algo no planeado y precisamente porque no tenían la forma típica de pensar. Mamá siempre me recalcó que las parejas no son nuestras y que no es necesario cumplir con todos los patrones de la sociedad para ser feliz, eso incluye ser procrear. La escritora francesa Corinne Maier piensa igual que mis padres y decidió publicar su opinión por la redes sociales, lo cual originó gran polémica.
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Maier asegura que si pudiera elegir nuevamente jamás habría tenido hijos, no porque deteste a los suyos, solo que jamás pudo vivir su vida tranquila.

No pudo disfrutar de lo que realmente amaba o hacer lo que quisiera; siempre estaban los niños primero.

Para esta escritora, tener hijos es una decisión natural pero la sociedad de hoy en día te enjuicia si no los tienes. A través de los hijos, insertas tu vida en el sistema capitalista y de consumismo para no salir jamás porque, de otro modo, los niños no tendrán educación, salud o una vida “normal”.


“Los padres que no tienen hijos se la pasan justificándose. Dicen que no quieren pero los aman. Yo misma tengo algunos y también razones para odiarlos. Ya que los tengo, no puedo decirle a los demás que no lo hagan, parecería hipócrita. Pero eso de que no hay nada más lindo que la sonrisa de un niño… No sé. Estoy en contra del lavado de cerebros, los bebés no hacen la felicidad, eso es una ilusión”.
Corinne (derecha) y sus hijos.


“Muchos padres dicen que son dichosos y que sus hijos son su alegría, pero en mi experiencia la realidad es muy diferente. Criar un hijo es 1% felicidad y 99 % preocupación. Es un trabajo demandante y muchos se involucran demasiado asegurando hasta un desayuno balanceado y actividades extracurriculares. Yo me convertí en una madre estereotipo y los tenía todo el tiempo controlados, ¿cómo van a convertirse en adultos de ese modo?”

Además de estas confesiones, siente que hay demasiada gente en el mundo y que la paternidad o maternidad está sobrevalorada.

Dijo que sus hijos la dejaron en banca rota y se emocionó cuando terminó de pagarle la universidad a su hija.

Las opiniones de esta madre y escritora francesa dieron la vuelta por Europa y muchos padres resultaron sentirse del mismo modo. Personalmente, creo que ella tiene mucha razón, tener hijos debería ser una necesidad natural, no algo que la sociedad te exija prácticamente para encajar pero eso es solo mi punto de vista… De todas formas, yo si quiero hijos y muchos.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El "boom" de la felicidad - Jordi Soler


El "boom" de la felicidad

Resulta cuando menos curioso el éxito explosivo que tienen el yoga y el mindfulness. Estas actividades han experimentado un boom similar al de la conciencia ecológica. Los habitantes originales de Estados Unidos, los Sioux, los Onondaga, los Tuscarora, han alertado, desde hace siglos, a sus paisanos y a quién quiera oírlos, de las calamidades que nos esperan si maltratamos el planeta; pero fue hasta hace apenas unos años que individuos, con un megáfono social importante, como Al Gore o Leonardo DiCaprio, se pusieron a reproducir, con un éxito atronador, esas consignas ecológicas elementales. ¿Por qué nadie le hizo caso a los indios y en cuanto Al Gore abrió la boca para decir lo mismo que ellos tuvo de inmediato la atención del planeta entero? Seguramente por ese  potente megáfono social; ciertas propuestas, por estupendas que sean, no tienen eco suficiente hasta que una gran masa de gente las repite.
Lo mismo ha pasado con el mindfulness que practican desde hace milenios los monjes budistas, o con el yoga, una disciplina que había estado ahí, a disposición de quien tuviera un poco de curiosidad, durante mucho tiempo. ¿Por qué el mindfulness y el yoga han experimentado semejante boom? La periodista inglesa Ruth Whippman, investigando sobre el tema en Estados Unidos, observa que estas dos actividades promocionan la felicidad personal y que, en los últimos tiempos, se ha extendido la idea de que la felicidad viene de adentro de uno mismo, y no de los otros o, dicho de otra forma, que si tú mismo no eres feliz nadie va a conseguir que lo seas. Whippman observa esto en Estados Unidos, pero la idea vale igual en México y en otros países, donde también existe el boom del yoga y el mindfulness.
Si estas dos actividades efectivamente promueven la felicidad personal, ¿quiere decir que hoy, en pleno boom, hay más personas felices?
Que la felicidad proviene solo de uno mismo es una verdad a medias, porque con frecuencia la felicidad la contagia el otro, la persona a la que amas, los amigos, los hijos, el perro y un largo etcétera. Y en todo caso, no puede uno andar al acecho de la felicidad, como propone la declaración de independencia de Estados Unidos con su famoso precepto the pursuit of happines, que tanta confusión, como se va viendo ahora, ha producido.
La felicidades un estado de ánimo aleatorio, espontaneo y efímero de, digamos, alegría integral, que llega de vez cuando y a ramalazos. Lo más que puede experimentarse son momentos de felicidad, esa es la gracia, si la felicidad fuera un estado permanente viviríamos en un mundo de idiotas con sonrisa boba.
La felicidad proviene exclusivamente de uno mismo, dice la creencia del nuevo milenio y el Food Marketing Institute Report de 2014, nos informa que en Estados Unidos la mitad de las comidas (la más entrañable de las actividades sociales) se hacen en solitario y que en 1974 la mitad de los estadunidenses socializaba con sus vecinos, frente a un pírrico tercio que lo hace ahora. Estos datos, que ilustran parcialmente la deriva hacia la ¿felicidad? solitaria, cobran sustancia con estos números que publican el Departamento de Salud de aquel país y la revista Time: más de veinte millones de personas practican la meditación en Estados Unidos, y el gasto anual en cursos de mindfulness, productos y merchandising es de 4,000 millones de dólares. La cifra del yoga es todavía más importante: los nuevos yoguis gastan 10,000 millones de dólares al año en clases de yoga y accesorios. De las industrias que crecen más, y más rápidamente, en Estados Unidos, el yoga ocupa el cuarto lugar.
Hasta hace muy pocos años el yoga y el mindfulness eran actividades marginales, que hacían unos cuantos, y hoy se han convertido, en muy poco tiempo, en una industria multimillonaria. No vamos a despreciar los beneficios físicos y mentales que da la yoga, ni puede negarse que el mindfulness ayuda a ciertas personas a encuadrar algún episodio vital, pero también es verdad que el éxito súbito y meteórico de estas dos industrias es el síntoma de una espeluznante perturbación sociológica: lo de hoy es cultivar la espiritualidad, mejor si tiene aire oriental, como vehículo para conquistar la felicidad. Pues vaya novedad, eso está en la agenda de nuestra especie desde el principio de los tiempos, pero ahora ha dejado de ser un esfuerzo personal, solitario, íntimo, para convertirse en un acto colectivo de promiscuidad espiritual, que produce un montón de dinero y, en el mejor de los casos, un instante de felicidad estandarizada.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Un encuentro entre escritores con el autor noruego que ha transformado la autoficción y su familia.



JUEVES 08 DE DICIEMBRE DE 2016


ASISTIR CON tus hijos a un festival literario que ofrece cachaça, sensualidad a raudales y una fiesta en barco cada noche parece una pésima idea y también una escena sacada de un libro de Karl Ove Knausgård: una en la que un escritor que podría ser Karl Ove reconoce que un bebé en un carrito no aporta nada a su vida, ni la enriquece, “al contrario, se pierde algo, una parte de mi yo”. 

Siempre puedes jugar a encontrar las cinco diferencias entre la vida y la literatura, pero ¿qué ocurre cuando en realidad ves venir a un escritor llamado Karl Ove Knausgård en bermudas, con la mochila a la espalda y de la mano de su pequeño y emocionado hijo Jhon, preparados como noruegos para un paseo en barco en plena jungla? ¿En qué parte de la literatura te coloca eso? Yo, que voy en el mismo barco, con mi bebé de siete meses, pienso que ver a Knausgård en una situación doméstica es como asistir al momento en el que Proust se pierde en una magdalena. Casi te da vergüenza ser testigo de algo así porque ¿cómo vas a contarlo mejor que ellos.




VER A KNAUSGÅRD EN UNA SITUACIÓN DOMÉSTICA ES COMO ASISTIR AL MOMENTO EN EL QUE PROUST SE PIERDE EN UNA MAGDALENA

Nos dirigimos a una isla que podríamos colonizar y bautizar como la Isla de la Paternidad, navegando sobre el mar de Paraty, una ciudad al norte de Río de Janeiro. Mientras los escritores hablan, mi bebé, Amaru, rueda como una pelota por el suelo del barco y yo lo cojo intentando no tirar mi copa de vino. Karl Ove sigue a su hijo –el que siempre está lloriqueando en sus libros–, y yo los envidio porque van a meterse al mar. Son inseparables, salen del agua y se lanzan una y otra vez. Entonces alguien se ofrece a cuidar a mi bebé y me descuelgo sobre el mar. 

En cambio Karl Ove no descuida un minuto sus obligaciones. Él hace por la familia lo que tiene que hacer, porque lo único que le ha enseñado la vida es “a soportarla”, “nunca a cuestionarla”, “y a quemar en la escritura los deseos generados”. Y sin embargo, esto que está pasando, entre el mar, un padre y un hijo –fuera del barco lleno de escritores–, no tiene nada que ver con los pasajes del tedio doméstico. 

Me siento confundida, esperaba encontrarme a un tipo superado por su paternidad, arrastrando a un niño caprichoso. Pero ríen. Me doy cuenta de que asisto a la literatura antes de la literatura. Corrientes velocísimas, eléctricas, de agua se cruzan en mi cuerpo. Le pregunto a Karl Ove –­estamos ambos con el mar hasta el cuello– si son medusas. “Claro que lo son”, contesta, “y muerden”, agrega sonriendo. Pero no pican. Luego emergemos de las aguas del mundo y nos adentramos otra vez en la Isla de la Ma/Paternidad. Amaru gatea hacia mí. Karl le sirve un plato de arroz a Jhon. Quizá este momento sea para padres, madres e hijos la tregua, la suspensión del tedio, ese otro lugar, algo parecido a la alegría, como la fiesta de la escritura. Nuestra lucha. Los hijos (fugazmente) en el centro de la existencia.