miércoles, 26 de octubre de 2016

El día que dimensioné el fuego... o como se incendio el auto del vecino




No me he tomado el tiempo para escribir esto, el fin de semana pasado, nos ocurrió un desafortunado accidente, o mejor dicho un vulgar accidente ocasionado por un instantáneo descuido, se incendio el auto del vecino, por completo, quemando el toldo de la cochera, mi árbol, la maceta con su planta, y la radiación del fuego alcanzo también mi auto, se daño el espejo, un faro, y la defensa, la pintura de todo el lado izquierdo...

Eso fue para fortuna de todos, lo que paso. Nada más grave, exceptuando el terrible susto que pasamos todos en casa, ver la cara de mi hija aterrada, hablando nerviosamente, Matías, con cara de ¿que pasa aquí? Carlos, sacado de onda, y yo, muy muy asustada... pero conservando la calma, estoica, evitando llorar, soltarme, gritar, entrar en pánico, poder estar histérica...

Hasta después de esa noche, caigo en cuenta de lo terrible que es el fuego, de lo rápido que se esparce y lo implacable de su fuerza.

Que horror!


Las llamas no nos dejaron salir de casa, nos pasamos un buen rato en el patio de arriba, con el corazón apachurrado esperando lo peor, que explotara el auto, que el fuego llegara a los cilindros de gas que estaban dentro de la cochera del vecino... que mi carro se incendiara por completo y fuera perdida total,. que la explosión nos dejara sin casa... que si esa sensación de ir al baño que me despierta cada mañana, no me llega, seguiríamos todos durmiendo y el humo del fuego nos asfixie a todos?

Se me ocurren tantas cosas para pensar en la tragedia, que aún hoy, a unos días del incidente (sábado 5:45 am) de pensarlo sigo con una sensación de angustia en el estomago... que se manifiesta fisicamente, me tiemblan las manos, estoy nerviosa, no me concentro, me cuesta más trabajo del normal dormir, me despierto con facilidad, y me pregunto una y mil cosas sobre lo frágiles que somos en que vivimos -como decía Albert Camus- “como si no lo supiéramos”

Las desgracias, las pérdidas, las muertes tienen, al menos, un aspecto positivo: nos revelan la existencia del paraíso aunque ya no sea nuestro.

Pero a mi me han pasado demasiadas eventos afortunados y desafortunados, pensar en enfrentarme a la muerte me pone la piel de gallina, y me apachurra el corazón, me aterra pasar otra vez por lo mismo, en su sentido que sea, estancia en un hospital, un funeral, y todo lo que tenga que ver con eso.

Dios me libre de pasar por eso.. y Dios guarde la hora...











La rudeza de la fragilidad


La rudeza de la fragilidad
Por Óscar De la Borbolla octubre 24, 2016 



Si me siento mal sí me siento, si me siento normal no me siento, si me siento muy bien sí me siento: solo experimentamos el cambio; somos completamente ciegos ante lo permanente. Foto: Especial

Hay en la vida de cualquiera una temporada cuya longitud es imprecisa y que a veces, por suerte para algunos, se mantiene durante muchos años, pues los cambios que inevitablemente ocurren son muy tenues o traen consigo una mejoría. A estos lapsos solemos llamarlos: “los buenos tiempos”. Y los tenemos todos, incluso los muy desgraciados, pues siempre se puede empeorar ya que la desgracia es literalmente un abismo.

Los buenos tiempos, de hecho, componen prácticamente la mayor parte de nuestra vida o, al menos, así lo comprendemos cuando la brutalidad de un infortunio, en verdad grave, los interrumpe, mostrándonos que -pese a nuestras quejas- la vida que teníamos no era tan mala.

En estos “buenos tiempos” es cuando, a veces sin notarlo, ocurre la felicidad. No la felicidad despampanante que se da en el amor, en el éxito o en la venganza, pues en estos estados es muy fácil percatarse del júbilo que uno experimenta, sino esa felicidad en la que uno se siente relativamente “bien” o está moderadamente alegre, pasándola sin más. ¡Cuánto, cuantísimo apreciamos esos “buenos tiempos” cuando se pierden!

Las causas de los cataclismos personales son innumerables: la salud se rompe, se toma una mala decisión, alguien de quien no podía esperarse nada negativo urde una trampa para que caigamos, la muerte del más próximo, un vulgar accidente ocasionado por un instantáneo descuido, un asalto o, para decirlo de la manera más sencilla: damos un mal paso adentrándonos en el aciago día en el que no debimos salir de la cama.

Los buenos tiempos son tan frágiles que si tuviéramos dos dedos de frente todos los días haríamos una fiesta para celebrar que la pompa de jabón que es nuestro universo no ha reventado; si fuéramos relativamente conscientes de que las desgracias ocurren de repente nos abalanzaríamos sin dilación a gozar de lo que tenemos. Pero, por una lamentable fatalidad que está en estrechísima relación con la condición humana, no somos capaces de ver lo que tenemos ante nosotros, salvo que vaya y venga, que esté y no esté, pues si se mantiene sin cambio entra en la zona de ceguera de lo habitual y no podemos valorarlo.

Si me siento mal sí me siento, si me siento normal no me siento, si me siento muy bien sí me siento: solo experimentamos el cambio; somos completamente ciegos ante lo permanente. Y lo peor es que como la vida la tenemos de fijo no logramos apreciarla más que en los momentos en los que estamos en riesgo de perderla o cuando la muerte de alguien próximo nos sacude del adormecimiento.

Vivimos -como decía Albert Camus- “como si no lo supiéramos”, o como decía Jean Paul Sartre: “somos eternos en tanto no morimos”. 
Las desgracias, las pérdidas, las muertes tienen, al menos, un aspecto positivo: nos revelan la existencia del paraíso aunque ya no sea nuestro.

@oscardelaborbol

Paquetes de silencio _porque todo mundo padecemos el ruido a toda hora!!



Mientras el precio del petróleo baja, el del silencio sube como la espuma. El escritor Umberto Eco se preguntaba no sin razón si terminaríamos comprando paquetes de silencio. Estoy convencido de que así será. El silencio será muy escaso y, en consecuencia, un bien caro que solo estará naturalmente al alcance de las personas adineradas que viven en mansiones de gruesos muros o en cabañas empotradas en montes oscuros.
Paquetes de silencio. Dos horas en una habitación insonorizada como la de Proust a un precio estrafalario. Yo lo pagaba, pero no pido tanto, me bastaría con una noche sin martillazos incomprensibles a las 12 de la noche, o una mañana de domingo sin el taladro neumático produciendo derribo.
Por un paquete de silencio me metí en un problema de los grandes. Y no puedo reincidir, de modo que ahora me tengo que tragar todo el ruido del mundo. El edificio de la Secretaría de Economía, allá en la Diagonal de Patriotismo y una de las fronteras de la Condesa, gran mole de 20 pisos, fue desarmado por hábiles arquitectos. Aquella cosa quedó desnuda y ahora la reconstruyen, o la renuevan, o la revisten, como usted quiera, volviendo locos a los vecinos de los alrededores. Todos los días (escribí todos) se oyen las tremendas obras en lo alto y en lo bajo. El ruido es caprichoso: va y viene por los lugares más inesperados, rebota, nada lo detiene.
No tengo idea del mundo de la construcción, no sé cuánto puede tardar en lucir flamante un edificio de 20 pisos: ¿seis meses, ocho, un año? Sé decir porque veo que han pasado meses y aún no terminan los cuatro pisos más altos.
Decía el mismo Eco que era posible que las generaciones venideras estuvieran más adaptadas al ruido, pero que la evolución del ser humano demostraba que eso podía tardar milenios y por unos cuantos que se adaptan, millones perecen en el camino. Pertenezco a esa mayoría.
Sé que existe un reglamento que impone un límite permitido de decibeles, que nadie observa; sé que se puede protestar; no quiero, sería arduo, requiere tiempo, dinero y esfuerzo, como se decía antes. Si a esto agrega usted los tamales calientitos y a la niña de los tambores y los refrigeradores, la cosa no tiene remedio. ¿Alguien vende un paquete de silencio? Estoy interesado en comprar.
rafael.perezgay@milenio.com
Twitter: @RPerezGay

jueves, 6 de octubre de 2016

Tapar el exterminio con un dedo






El gobierno de Coahuila está insatisfecho con la difusión renovada de un campo de exterminio –como lo definieron los peritos forenses de la PGR– en Patrocinio, un ejido en San Pedro de las Colonias, a unos 80 kilómetros de Torreón, que tiene una herida de más de un kilómetro de extensión que es la fosa clandestina más grande jamás descubierta en México. En voz del encargado del despacho de la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas de la Procuraduría estatal, José Ángel Herrera Cepeda, una carta aclaratoria a este espacio del gobierno de Rubén Moreira, habla mucho de sus deficiencias y omisiones, y poco de lo que quiere defender: que ese campo de la muerte en la Comarca Lagunera ha sido tratado con negligencia.

Herrera Cepeda afirmó: “La Subprocuraduría de Personas Desaparecidas ha realizado seis operativos en dicho ejido, y prueba de ello es que se han revisado varios puntos geo referenciados y en la inspección, en ninguna acta ministerial se da fe de la existencia de una grieta que se encuentra encallada en la tierra, lo cierto es la existencia de un canal de riego, mismo que es utilizado por ejidatarios para abastecer parcelas que forman parte del mismo ejido; por ello existe fractura de la tierra”.

Muy bien. Herida o fractura dice que no hay, como si quisiera sugerir que no hubo ninguna excavación de mil 500 metros de largo por 80 de ancho que fuera cavado exprofeso para ser utilizado como fosa clandestina. Es un canal de riego donde, “jamás se ha encontrado un cuerpo humano”. En el reportaje publicado por Eje Central el jueves pasado, referido el lunes en este espacio, nunca se habló de ningún cuerpo humano, sino de restos de cuerpos humanos. “Desde hace más de un año –se apuntó– (la fosa) ha ido vomitando restos de cuerpos humanos, 341 el año pasado y tres mil 147 en lo que va de este”.

Desde el principio de su la réplica, Herrera Cepeda entró en contradicciones. En el primer párrafo de su carta aclaratoria el subprocurador interino señaló: “En las búsquedas y operativos que se han efectuado no se ha encontrado evidencia biológica de ningún tipo que refiera que éste fuera utilizado en su momento como punto para ocultamiento de restos”. En el segundo párrafo, sin embargo, admite que durante los operativos realizados “se han logrado asegurar diversos indicios, entre ellos, tres secuencias anatómicas incompletas, fragmentos óseos, prendas de vestir, material balístico, entre otros”.¿Entonces? ¿A quién creerle? ¿Al funcionario que escribió el primer párrafo o al que escribió el segundo? Su inicio de réplica es un galimatías.

Hay que creerle al segundo, porque más adelante reconoce que derivado de los operativos, se lograron “recuperar y embalar tres mil 488 fragmentos de restos óseos, mismos que con su debida cadena de custodia fueron recolectados por peritos especializados de la Policía Federal Científica y enviados al laboratorio de la Comisión Nacional de Seguridad Pública para la obtención de perfiles genéticos”. Herrera Cepeda rechazó que haya habido negligencia o que se hayan suspendidos los trabajos que, confirmó, han realizado en coordinación con el Grupo Vida, que fue quien les llamó la atención de la fosa en abril de 2015.

El reportaje cita –recogido por este espacio el lunes– a Silvia Ortiz, una de las líderes del Grupo Vida, que condujo a los periodistas de Eje Central por la fosa clandestina, quienes olían aún el diésel que se utilizó para incinerar los cuerpos, y con cuidado de no pisar restos humanos, que encontraron por todos lados. “Aquí inicia -dijo Ortiz-, pero no hay una entrada, no hay un acordonamiento, es campo abierto. Quizá dicen que es el inicio porque un montón de zapatos en descomposición dan los primeros indicios, luego la ropa y más zapatos. Hay que mirar con cuidado, hay que pisar con cuidado”.

Aun así, Herrera Cepeda afirmó que no hay abandono institucional. En su recorrido por el campo de exterminio en que se convirtió ese canal de riego, habilitado como fosa clandestina, los periodistas de Eje Central corroboraron lo contrario, el abandono institucional. Ningún acordonamiento del área, ninguna presencia de ninguna autoridad, ningún señalamiento de que se trabajara en Patrocinio para, como subrayó el subprocurador interino, “dar una respuesta a las necesidades y demandas de la sociedad, en ese sentido, procurar justicia y encausar a los responsables de estos actos”.

La realidad es que no han hecho nada más allá que realizar los operativos, realizar peritajes que no han conducido a nada, y permanecer a la espera de que se logre un perfil genético, difícil, admitió Herrera Cepeda, “por su grado de complejidad, degradación y carbonización”. O sea, se lavaron las manos y hasta la publicación del “campo de exterminio” la semana pasada, se acordaron que tenían un pendiente en la Comarca Lagunera y cuentas qué saldar con la sociedad. También cayeron en la misma cuenta las autoridades federales.

Tras la publicación, funcionarios de la PGR informaron que personal de las subprocuradurías de Derechos Humanos y de Control Regional, Procedimientos Penales y Amparo, viajarían junto con un visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, dentro de unas dos semanas al ejido donde se dio esta tragedia mexicana. La Procuraduría de Coahuila, en cambio, siguió pasiva, salvo por la réplica que envió a la prensa para cubrir su negligencia. Pero tapar el exterminio de Patrocinio con un dedo no será posible. Ni ahora ni nunca.

Twitter: @rivapa

Campo de exterminio



Campo de exterminio

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RAYMUNDO RIVA PALACIO
03.10.2016
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Patrocinio es un ejido en San Pedro de las Colonias, en la Comarca Lagunera, a unos 80 kilómetros de Torreón. Lo cruza una grieta de un kilómetro de largo, que equivale a tres veces el tamaño del estadio Azteca, y 80 metros de ancho. La fractura en la tierra es clara, pero lo que realmente lo hace diferente es que desde hace más de un año ha ido vomitando restos de cuerpos humanos, 341 el año pasado y tres mil 147 en lo que va de este. Patrocinio es una fosa clandestina. No es la más extensa del mundo, cuyo macabro título se lo lleva probablemente lo que se conoce como “La Escombrera”, en Medellín, Colombia, donde el año pasado descubrieron un tiradero de cuerpos en un depósito de desechos. Ahí han descubierto cadáveres de 300 personas, contra cuatro veces más en Patrocinio, donde apenas se ha explorado un tercio del hoyo negro coahuilense.

La existencia de Patrocinio no es secreto, y las primeras denuncias llegaron a la prensa de Coahuila e incluso a la cadena BBC de Londres, pero no se ha valorado el horror de esa fosa clandestina, donde la PGR y la Procuraduría de Justicia de Coahuila tienen averiguaciones previas abiertas que no han avanzado. La Comisión Nacional de Derechos Humanos tampoco ha sido expedita en investigar qué sucedió ahí. La semana pasada, tras el recorrido que hicieron periodistas de Eje Centralpor esa fosa clandestina creada por criminales, se reactivaron las investigaciones. Bien. Pero la pregunta es cómo una sociedad puede soportar con indiferencia y pasividad que exista un monumento a la impunidad como lo es Patrocinio.

La fosa es también un ejemplo de negligencia de la autoridad. No hay trabajos sistemáticos para buscar la verdad de la tragedia nacional que sintetiza Patrocinio, ni el área siquiera está acordonada. El abandono institucional es casi total ¿Qué sucedió ahí? “Destrozar y quemar, ese era su trabajo”, recogieron los periodistas de Eje Central las descripciones de quienes, desde la sociedad civil, luchan contra la desmemoria. “Con ello no sólo terminaban una vida, sino trataban de garantizar su impunidad. Eliminando huellas, quitando a sus víctimas por completo la identidad. Obligando a los buscadores, a las familias, a convertirse en arqueólogos en busca de verdad y justicia”, narraron los periodistas.

Los testimonios han ido reconstruyendo la historia necrológica de Patrocinio, que se encuentra en una región que controlaban Los Zetas, quienes se enfrentaron con sus antiguos socios del Cártel del Golfo, y con sus rivales de los cárteles de Sinaloa y Juárez. La Comarca Lagunera era un punto muy preciado por los cárteles de la droga, pues de las ciudades hermanas de Torreón y Gómez Palacio salía la ruta por donde entraba 70 por ciento de la cocaína hacia el mercado de Estados Unidos. La guerra entre cárteles que comenzó en 2008 convirtió el eje de La Comarca Lagunera a Ciudad Juárez en el más peligroso, violento y sangriento en la memoria criminal mexicana.

Patrocinio huele a diésel, apuntaron los periodistas de Eje Central, con lo que sugirieron cuántos litros de combustible durante cuánto tiempo fueron empleados en sus hornos para eliminar a decenas, cientos o miles de personas. Cuando agentes de la PGR visitaron hace tiempo Patrocinio, le comentaron a Silvia Ortiz, una de las activistas ciudadanas del Grupo Vida que luchan contra la impunidad en ese ejido, que no era una fosa sino “un campo de exterminio” lo que había en ese ejido. “Vas caminando y te vas encontrando con pequeños restos”, narró Ortiz. “Sigues caminando y sigues encontrando”.

¿Qué pasó ahí? ¿Por qué la impunidad? El Grupo Vida, la organización que ha trabajado sin cesar en Patrocinio, entregó a las autoridades testimonios de lo que sucedía en ese ejido, que describen llegadas de 200 criminales con los cuerpos, a los que bañaban en diésel y les prendían fuego hasta que se consumían, mientras, para no aburrirse, jugaban futbol americano (no soccer, americano, lo que ayuda a definir las probables regiones de origen de los criminales). El olor, como en los campos de exterminio en Auschwitz, viajaba decenas de kilómetros, y la luz de la hoguera se veía con claridad a kilómetros de distancia. Ninguna autoridad hizo nada.

Patrocinio puede ser la fosa clandestina más grande que haya en México, pero no la única. Fosas clandestinas se han descubierto en 26 de las 32 entidades federativas mexicanas, y desde 2006 se han logrado recuperar mil 600 cuerpos. Las autoridades tienen poco más de 26 mil personas que no saben en dónde se encuentran, entre las que hay un número indeterminado –se teme alto– de personas que murieron en la guerra de las drogas. Pero lo que sucedió en Patrocinio entre 2007 y 2012 necesita narración y una explicación.

“Aquí inicia -dice Ortiz- pero no hay una entrada, no hay un acordonamiento, es campo abierto. Quizá dicen que es el inicio porque un montón de zapatos en descomposición dan los primeros indicios, luego la ropa y más zapatos. Hay que mirar con cuidado, hay que pisar con cuidado”. Ahí llegaron en abril de 2015 porque un cuidador de cabras condujo a los activistas de Grupo Vida al ejido de la muerte, esa grieta abierta que cuenta qué hemos hecho, cómo hemos vivido y qué tan poco nos ha importado que México sea una fosa clandestina donde también se perdió nuestra indignación.

Twitter: @rivapa