jueves, 23 de octubre de 2014

Violencia / José Woldenberg

23 Oct. 2014

Como una ola expansiva, la violencia se ha instalado entre nosotros y está sacudiendo los cimientos de la contrahecha o precaria convivencia. Casi nadie la debería festejar ni convertir en elemento de apuestas cortoplacistas porque no existe disolvente más efectivo de las relaciones sociales que la violencia. Su presencia y multiplicación inyecta dosis crecientes de muertos, desaparecidos, mutilados, destrucción de patrimonios y por supuesto de angustia, resentimiento, ganas de venganza. Un círculo destructivo que todo lo corroe.

A Leo: Javier Edén Martínez García, de 27 años de edad, fue detenido porque presuntamente mató a su hijastra de 8 años de edad, porque no dejaba de llorar Reforma, 19-10-14.

B Tres personas fueron asesinadas ayer en el municipio de Teloloapan, Guerrero, por presuntos miembros del crimen organizado Ibid.

C Todo parece indicar que en Tlatlaya 15 civiles fueron asesinados por integrantes del Ejército. No en un enfrentamiento -como al inicio se dijo- sino ejecutados después del enfrentamiento.

D Los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos fueron secuestrados por policías y al parecer entregados a una banda delincuencial.

E El 13 de octubre el Palacio de Gobierno de Guerrero fue incendiado por manifestantes en respuesta al secuestro de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

Hay de violencia a violencia diría Perogrullo... y en efecto. No toda tiene las mismas derivaciones.

Las fórmulas violentas para resolver problemas interpersonales caso A se hallan más que arraigadas pero da la impresión que se encuentran a la alza en medio de la espiral criminal que azota al país. El número de reportes que aparecen en la prensa sobre ajustes de cuentas por motivos baladíes sería espeluznante si no estuviéramos relativamente acostumbrados. Es la forma más primitiva de solventar los conflictos o tensiones. Sea en sus cinco sentidos o fuera de sí, el criminal o el violento cree ejercer justicia por su propia mano y lo único que produce es desolación y desgracia. Es, sin embargo, una violencia acotada al mundo privado.

El llamado crimen organizado ha desatado la violencia como nunca antes B. Empoderado, controla zonas del país, impone su ley, chantajea y cumple con sus amenazas. Sea en su confrontación mutua, con efectivos del Estado o contra particulares, las bandas han llegado a tales grados de sevicia que cuesta trabajo entender -en ocasiones- su lógica. Es la violencia que se encuentra en el ADN de la delincuencia. Es la violencia criminal inaceptable y contra ella existe un consenso amplio.

En su combate a las bandas criminales, las agencias del Estado no siempre cumplen con la obligación de actuar conforme a la ley y sus excesos C, violatorios de derechos humanos, siembran terror y alimentan la violencia. Ésa no puede equipararse a las anteriores, resulta más preocupante, no solo porque se supone que los agentes estatales no deben mimetizarse a los usos y costumbres de los maleantes, sino porque acaba por degradar a las propias instituciones. Porque una cosa es utilizar la fuerza legítima del Estado y otra, muy distinta, la violencia sin ley.

La connivencia, en algunos casos, de autoridades y criminales D, sobra decir, no solo desvirtúa de manera radical la función de las primeras, sino que convierte a los guardianes del orden en una banda delincuencial más, con lo que la espiral de violencia, miedo e incertidumbre se multiplica de manera delirante. Es la violencia más temible y destructiva. No solo la confianza vuela por los aires, sino que la parálisis y el miedo se apoderan del indefenso mundo civil.

Las manifestaciones violentas de organizaciones y movimientos sociales los adultera, los aísla y tiene efectos políticos contraproducentes, pero además los convierte también en delincuenciales E, alimentando la falsa sensación de que todo se vale. En este terreno -el más pantanoso porque no faltan voces que los toleran e incluso exaltan como una respuesta a C y D- más valdría la pena deslindar entre la explicación y la justificación. Porque así como en A, a lo mejor la biografía, la situación o la neurosis del asesino puede explicar su conducta pero nunca justificarla, de igual manera la condición precaria de los estudiantes o las afrentas de las que han sido víctimas pueden quizá explicar su conducta pero de ninguna manera justificarla.

Hay demasiada violencia sobre el terreno. Los presagios son siniestros. La situación demanda responsabilidad a todos.

Articulo Enviado por: arturo a las 2014-10-23 05:18:11

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