La imagen que abre Good Time, la última película de los hermanos Josh y Benny Safdie, es una toma aérea sobre el downtown neoyorquino que, mediante un zoom, va cerrándose hacia un edificio de despachos para pronto cambiar y enseñarnos un plano corto de los ojos de Nick (Benny Safdie), en mitad de una sesión de terapia psiquiátrica. La tensión entre los primerísimos planos y las tomas distantes sin profundidad de campo crean en la cinta de los Safdie –trabajo que ha coronado a Robert Pattinson como uno de los mejores actores de su generación– una dialéctica brutal y desasosegante, engranaje que, a la postre, pone en escena un fresco sucio y arrollador sobre la marginalidad y la delincuencia en plena era Trump. Good Time se presenta como una película de robos, una sinfonía del crimen de baja estofa, pero en realidad nos habla de una sociedad que ha perdido la cabeza, por lo que no ha de extrañarnos que su punto de partida sea una clínica y su leitmotiv, el delirio.
Martin Scorsese (Malas calles, Taxi Driver, ¡Jo, qué noche!) o John Cassavettes (Mikey and Nicky) son algunos de los referentes cinematográficos que los Safdie invocan en Good Time, pero en esta odisea urbana a lo largo de 24 horas desesperadas el tándem de cineastas vuelca en pantalla la estética de los docudramas sobre policías y criminales que desde finales de los 80 han ocupado parte de la parrilla televisiva. Desde la cartela del título hasta los zooms que más que seguir, persiguen y oprimen sin descanso a Connie Nikas (Pattinson) y a su hermano Nick, no son pocos los detalles que remiten a esa puesta en escena catódica, sucia y urgente, cuya incorporación en la ecuación de influencias ofrece como resultado un artefacto tan bastardo y contaminado como honesto e histérico. No obstante, y a pesar de los elementos reconocibles, todo en Good Time es instintivo, imprevisible y desconcertante, y rápidamente su historia va desviándose hacia el pantanoso terreno de la incertidumbre, un escenario oscuro y cada vez más alucinado.
Una de las virtudes de los hermanos Safdie es su capacidad para registrar el submundo urbano tratando de establecer una mirada más o menos humanista, y su visión escrutiñadora de los personajes víctimas (y protagonistas) de las fallas del sistema –que tan bien han puesto en práctica en The Pleasure of Being Robbed, Go Get Some Rosemary o Heaven Knows That– se consolida por completo en este largometraje llamado a convertirse en hito generacional. En su conmovedor fatalismo, lejos de cualquier sermón moralista, en Good Time encontramos una poética y áspera reivindicación de los desposeídos, de aquellos que sólo tienen ante sí una huida hacia delante.
A favor: Todo, desde Robert Pattinson a la banda sonora de Oneohtrix Point Never.
En contra: Que no se pueda disfrutar en salas de cine.
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