El daño que está haciendo la presidencia de Trump al interior de su propio país difícilmente puede ser más dramático; el diálogo entre los que lo apoyan y sus opositores es inexistente, y el odio entre los principales grupos políticos es palpable.
03/04/2018 01:03 AM
México
Hay dos cosas que a menudo nos decimos para evitar el pánico y tratar de afirmar una sensación de normalidad: las instituciones en Estados Unidos son lo suficientemente fuertes para aguantar a un presidente con tendencias antidemocráticas, y la relación bilateral entre México y Estados Unidos no está tan mal. Desafortunadamente las dos afirmaciones son falsas.
Estados Unidos vive una crisis política jamás antes vista en la historia moderna del país y las consecuencias de la presidencia de Donald Trump tendrán un efecto negativo que impactará en la capacidad de EU de ejercer liderazgo a escala global. Esto en sí mismo es una mala noticia para México, su vecino.
El daño que está haciendo la presidencia de Trump al interior de su propio país difícilmente puede ser más dramático. El diálogo entre los que apoyan a Trump y sus opositores es inexistente, y el odio entre los principales grupos políticos es palpable.
La más reciente controversia tiene que ver con los planes para llevar a cabo el censo nacional, una herramienta sumamente útil tanto para el sector público como privado. Pues resulta que Wilbur Ross, el secretario de Comercio, anunció que el censo de 2020 incluirá una pregunta sobre la ciudadanía del encuestado, algo que puede alterar las cifras del censo, dado que los indocumentados muy probablemente opten por no contestar por miedo a ser deportados.
Doce estados han declarado su intención de demandar al gobierno federal por violar la Constitución, la cual obliga a contar a todos los residentes, independientemente de su situación legal.
El propósito del censo es tener un conteo fidedigno de la población, el cual sirve para definir el número de representantes a escala estatal para el Congreso.
El censo sirve también para determinar la asignación de fondos federales a los estados. “Esta es una iniciativa ilegal de la administración Trump que subestimará a la población y pondrá en riesgo los fondos federales para nuestros estados y ciudades”, afirmó Maura Healey, procuradora general de Massachusetts.
Por otra parte, la tensión racial en Estados Unidos va de mal en peor. Hace 15 días la policía de Sacramento mató a sangre fría a Stephon Clark, un hombre afroamericano de 22 años de edad que se encontraba en el jardín de su abuela y que no iba armado; la autopsia muestra que recibió ocho impactos de bala, la mayoría en la espalda. Trump no es directamente responsable de esta tragedia, pero su respuesta poco sensible ante estos incidentes que azotan con frecuencia a la comunidad afroamericana en nada ayuda.
Su insistencia en cuestionar el patriotismo de los jugadores de la NFL que se hincan durante el himno nacional en protesta a la violencia policiaca ha aumentado la tensión a niveles que no se veían desde la lucha por los derechos civiles en los años 60.
El 4 de abril se conmemorará el 50 aniversario del asesinato de Martin Luther King Jr., un día mucho más sombrío que la celebración de su nacimiento que se lleva a cabo cada enero, y que desgraciadamente en el contexto actual es de suma relevancia.
En cuanto a política exterior, estamos presenciando un verdadero desmoronamiento del Departamento de Estado, no solamente por las políticas de Trump, sino también por la insistencia del Partido Republicano de que hay que disminuir drásticamente el tamaño del gobierno federal.
Según esta lógica, la relación con el mundo debería limitarse a pocos temas y en los términos que establece Estados Unidos bajo la lógica de “América Primero”.
El ahora ex secretario de Estado, Rex Tillerson, servilmente implementó esta política —para luego recibir una patada en el trasero por parte del propio Trump— y en muy poco tiempo logró minar a la institución, generando un éxodo masivo de los talentos diplomáticos más importantes del país.
Respecto a la relación con México, la falta de respeto que ha mostrado el presidente Trump hacia el pueblo mexicano no es un asunto menor.
El miedo que ha generado entre la comunidad de mexicanos que viven en Estados Unidos es imperdonable, y la insistencia en construir un muro en la frontera sur del país es un insulto; si los estadunidenses quieren malgastar el dinero del erario público es asunto de ellos, pero lo que no podemos permitir es que EU insista en que México pague por el muro.
Según el Pew Research Center, los mexicanos entienden esto muy bien: 65% tienen una mala opinión de EU, el doble que hace dos años, y 94% rechaza el muro.
Ha transcurrido poco más de un año desde que Trump llegó al poder, y ya ha hecho un daño enorme a la reputación de su país y a sus instituciones.
Lejos de suavizar su estilo, tras varios despidos y denuncias, Trump ahora se encuentra rodeado de gente aún más radical, como es el caso del nuevo secretario de Estado, John Bolton.
Observar el caos en Washington, DC ofrece una lección importante respecto a lo frágil que es la democracia.
En el corto plazo la única esperanza es que el partido del presidente Trump pierda la mayoría en el Congreso en las elecciones en noviembre, y así tratar de contener a la Casa Blanca. Sin embargo, los próximos siete meses estarán plagados de minas en los ámbitos doméstico e internacional. Sin duda, se avecinan meses difíciles.
*CEO México Speyside Corporate Relations.
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