miércoles, 28 de marzo de 2018

Calor- Rafael Pérez Gay

Calor

Si la tendencia persiste, la temporada de calor durará dos meses en los que nos cocinaremos bajo temperaturas máximas históricas. La historia de la ciudad no guardará memoria de una ola de calor tan intensa. Han empezado a ocurrir cosas raras. Enloquecidas por el cambio climático, una intrépida brigada de cucarachas ha tomado la calle. El sol rajaba piedras. Ningún científico nos ha explicado por qué las cucarachas de nuestros días han alcanzado tamaños espectaculares. Las de mi infancia eran pequeñas, fundaban pueblos en la  cocina y bastaba un bote de H-24 para acabarlas. En cambio ahora podrían aparecer en lugares insospechados para una cucaracha y además de su peso y estatura son velocísimas. Al verlas tan cerca de la puerta de mi casa, las perseguí, las arrinconé y al final logré liquidarlas.
Según mis observaciones, estos insectos aparecen con la canícula, el problema es que no sé si son los primeros o los últimos de la temporada de calor. He puesto un termómetro bajo el sol. No sé para qué lo hice ni qué sentido pueda tener como no sea torturarse con la idea de que el calor está perrísimo y que si uno camina bajo el sol lo hará con 30 grados centígrados en la cabeza. También he puesto el termómetro en la sombra. Ahí marca 27 grados. Este aparato también mide la humedad del ambiente. Vístanse con prendas ligeras e hidrátense. Me pregunto: ¿he llegado a la edad de los bochornos? Yo sostengo que estas sofocaciones no están relacionadas de momento con el perfil hormonal ni con el climaterio, esos calores son la consecuencia simple y terrible de que estamos a 28 grados centígrados. Así las cosas, durante la canícula todos pasaremos por el arco de la menopausia. Un señor del Meteorológico ha dicho que en CdMx, una temperatura de 30 o 32 grados equivale a una de 40 en el trópico, puesto que estamos en un clima muy seco y el asfalto absorbe el calor.
Me sugestioné tanto con las noticias de las redes  que terminé tirado en un sillón en grave estado de somnolencia y abulia. He abandonado el cuarto, un horno, y he decidido no volver la mayor parte del día, solo lo uso para dormir. Abrí la ventana, la intemperie es lo mejor y la lucha a muerte con los moscos una misión imposible. Por las noches me escondo debajo de la sábana, para que no me vean los mosquitos, y sueño que escribo un artículo en una rosticería en la que me han confinado mis enemigos. ¿No tienen calor?
rafael.perezgay@milenio.com
Twitter: @RPerezGay

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