miércoles, 29 de abril de 2015

Nepal - Yuriria Sierra

Un ligero sismo nos sorprendió ayer. Poquito antes de comenzar la Segunda Emisión de C3N ¡qué tino tengo: el de ayer fue mi cuarto temblor al aire!. Fue leve: 5.5 grados. Nuestro país se encuentra sobre placas en constante actividad. Lo sabemos, luego de tristes y trágicas experiencias. Aunque justo han sido ellas las que nos han obligado a mejorar nuestros protocolos. Si bien es cierto que los desastres naturales son imposibles de controlar, sí podemos vigilar nuestra manera de afrontarlos y atenderlos.

Muy distinto a lo que se puede contar de otras partes del mundo. Recuerdo cuando Haití se sacudió, hace cinco años. Era 2010 y un sismo agitó tanto a la isla, que vimos cómo se vino abajo, incluso, su Palacio Nacional, que hasta ese día hacía de residencia del presidente del país, ese país que, adicionalmente, es el más pobre de la región. Uno de los más tristes episodios vividos en los últimos años. La rudeza que, a veces, nos demuestra la naturaleza, hasta parece saña cuando recae sobre los países más desprotegidos.

Justo como ocurre ahora en Nepal. El terremoto de 7.8 grados registrado el sábado ha dejado un saldo de más de 5 mil muertos se teme que la cifra se duplique. Y no es que en el movimiento de la tierra haya quedado todo. Los escombros son ahora rociados por el agua de las lluvias, que no paran de caer y dificultar las labores de rescate. Las familias que lo perdieron todo o lo poquito que tenían, ahora buscan refugio en las casas de campaña que serán su hogar por un tiempo indefinido. Es una imagen casi apocalíptica. Y, al dolor de las pérdidas humanas, se unen la impotencia y la carencia. Los damnificados suman más de ocho millones de personas, según lo estima la ONU. Ocho millones en un país de 28 millones de habitantes. La cifra es aterradora. Por su parte, el primer ministro del Nepal, Sushil Koirala, informa que se tienen 16 campamentos oficiales para damnificados. Por supuesto, una cantidad irrisoria si se piensa en la proporción del desastre. Apenas en el centro de Katmandú se encuentran alrededor de 6 mil personas, declaraba el ministro del Interior, Bam Dev Gautam.

En vistas satelitales, las imágenes expresan la magnitud del horror. Tal como sucedió en Haití, en las varias localidades afectadas de Nepal vemos que donde antes había enormes monumentos históricos, antes hermosas ruinas, ahora sólo hay escombros. No ruinas, sino escombros sobre las ruinas. En los campos, que antes eran verdes, ahora hay una multitud de casas de campaña y un número mayor de personas que se refugian ahí de su dolor y de la lluvia. Las calles vueltas crematorios al aire libre de cuerpos que, hasta hace unos días, tenían planes para el año que entra, personas esperándolos en casa, un empleo, una rutina, muchos sueños... que hoy son incinerados en hogueras urgentes.

Y eso sólo en las localidades más urbanas. Porque también en ese otro polo de turistas, las montañas más altas del mundo y, en particular, el Everest, donde 22 alpinistas perdieron la vida el día del terremoto, tras una avalancha. Un campamento entero se convirtió en sepulcro vestido de blanco. Un alpinista logró tomar su celular para grabar las imágenes. Otro alpinista, éste de origen mexicano, se encontraba en el campo base del Everest, en la cara norte, del lado del Tíbet, sin que sufriera daño alguno. Él, junto con otros 37 mexicanos, que se encontraban en Nepal al momento del sismo, por fortuna, todos fueron localizados por la SRE con vida. Y, ayer, inesperadamente, volvió desde la montaña: otra avalancha se registró en el distrito de Rasuwa, desapareciendo con ella a cerca de 250 personas.

El de Nepal es otro de tantos episodios en los que observamos nuestra vulnerabilidad; aunque también nuestra mejor cara: la solidaridad y el sentido de supervivencia. Por un lado, la ayuda intenta llegar desde todos los rincones del mundo, ya van en camino nuestros siempre dispuestos Topos; y por otro, las ganas de los mismos damnificados que mientras asimilan los hechos y se refugian donde pueden, ayudan y con sus propias manos intentan levantar los escombros.


La semana pasada también, las erupciones de volcanes en Chile y Costa Rica. Imposible evitar el pensamiento mágico y decir, decirnos: la Tierra, nuestra casa la única que tenemos, está enojada, nuestra casa se había estado quejando: ahora parece estar furiosa...

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