lunes, 24 de febrero de 2020

El poderoso débil de Palacio - Salvador Camarena

Salvador Camarena
La Feria

@salcamarena


Los partidos de oposición no son tal.

La cúpula del Poder Judicial más profesional que habíamos tenido nunca desde el siglo XX, se le ha entregado.

El fiscal “autónomo” le regala dinero que quizá ni sea suyo.

Casi todo gobernador baila al ritmo que marca el Ejecutivo Federal.

El Congreso de la Unión es sede de pantomimas donde el guión más socorrido es el mayoriteo a favor de lo que pida el señor presidente.

La IP organizada elige mayormente consecuentar toda ocurrencia presidencial, incluida la de “la no-rifa del no-avión”.

Los jerarcas de las Iglesias no pintan.

Algunas ONG otrora grandes críticas hoy canjean silencio por una promesa de justicia selectiva (Ayotzinapa, migrantes…).

Las cabezas sindicales son, como siempre, charros que florean suertes para agradar a ya saben quién.

Y la mayoría de los órganos autónomos han sido cooptados por esbirros de Morena. Los que no, han enmudecido sin honor (INAI). La excepción que confirma la regla se ha jugado hace unos días su resto al todo o nada (INE).

Lo anterior, en año y medio de vértigo. Meses en los que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha capturado tanto poder como ha podido, que ha resultado ser muchísimo, al tiempo que, sorpresivamente, se presenta como víctima de conjuras inverosímiles y delirantes.

La coartada de hacerse el débil funciona para distraer la atención de los temas realmente cruciales: escasez de medicamentos, problemas de gestión de la salud pública, desconfianza del capital para invertir que socava la economía, violencia, crecimiento de la incertidumbre en torno a la seguridad jurídica y proyectos disparatados mediante los que se desmontan instituciones existentes o se malgasta la hacienda pública.

Pero él es la víctima, no el país. Él es a quien hay que socorrer incluso en el momento histórico en que las mujeres han salido a gritar su hartazgo de que las estemos matando, acosando, sojuzgando.

El Presidente de la República mexicana es el poderoso débil. Hay cierta virtud en aquellos que viéndose en debilidad logran imponerse a tal circunstancia. Aquí ocurre lo contrario.

Nadie había tenido tanto en la mano para, al mismo tiempo, clamar sentirse amenazado.

Es el niño del bautizo, el novio de la boda, el bueno de la película o él decide que no haya película, boda o bautizo.

El primer mandatario olvida el significado de esa frase. Debe obedecer. Escuchar al pueblo y procurar iniciativas que ayuden a la nación a confrontar sus desafíos, estructurales o de coyuntura.

El que quiso hacer una revolución histórica se arredra cuando ve la libertad pura de unas cuantas jóvenes. Vaya estampa del que no pierde oportunidad para ponerse a la altura de Madero.

Esta vez ha ido demasiado de lejos. En su corto gobierno, corto en tantos sentidos, no ha dudado en romper irresponsablemente reglas de la liturgia política necesaria para la convivencia en paz.

Este fin de semana se ha inventado de nuevo la idea de que hay vientos golpistas en su contra. Palabras mayores en México y Latinoamérica. E incluso se ha comparado con Salvador Allende. Quien hasta hoy nada duradero, sino destrucción, ha construido, nombra en vano la figura de un real mártir de la democracia, víctima de asesinos estadounidenses y locales.

AMLO teme a las mujeres. Pero también las ofende. No sólo al desacreditar su movimiento cuando declara que en él hay mano negra, si no –en el colmo– al otorgar “permiso” a las burócratas de ejercer su libertad, mas sermonea condescendiente, cuidado con ser tontitas y prestarse a maniobras golpistas de mis enemigos: “La que quiera participar lo puede hacer, la que decida no ir a trabajar; y no va a haber ninguna represalia, primero la libertad”, dijo en la mañanera de ese día en La Paz, Baja California Sur. “Lo único es que se esté consciente del porqué de esta acción, si es algo bueno que ayuda; y no dejarse manipular, tener cuidado, porque el conservadurismo, la derecha es muy hipócrita y es muy dada a la manipulación, a veces promueven estos movimientos en contra de los gobiernos progresistas, no olviden lo que hicieron con las cacerolas en Chile para preparar el golpe de Estado en contra del presidente Allende y así”.

Tanto poder y tanto temor. Tanto haber anhelado la silla máxima para que el cénit cotidiano de su gestión sea la palabrería hueca, reiterativa, insulsa y hasta peligrosa. Fuegos de artificio que encandilan a miopes de espíritu, que subestiman la rica diversidad de los mexicanos.

Tiene tanto para pasar a la historia, pero los delirios de persecución, ciertos o meramente retóricos, carcomen cotidianamente lo que debería ser una gesta. Qué pena.

Esto no es una transformación. Vaya, ni a carnaval llega. Al poderoso de Palacio le gusta hacerse el débil. Históricamente hablando, qué pobre papel, Presidente.

viernes, 10 de enero de 2020

Filmografía básica: David Fincher

Publicado el 10/01/2020 por Un hombre sin piedad Estándar




Por un momento dejo de lado los directores clásicos para adentrarme en 5 películas de la filmografía de un director contemporáneo de gran impacto. En sus inicios en Industrial Light & Magic trabajó en proyectos míticos como “El retorno del Jedi” o “Indiana Jones y el templo maldito” para posteriormente centrarse en el mundo de la publicidad y el videoclip, y luego dar el salto como director de largometraje. Obsesivo y perfeccionista, es capaz de realizar infinitas tomas para conseguir la escena tal y como la tiene grabada en su mente. En la “Filmografía básica” de hoy: David Fincher.



“Seven” (1995)

El teniente Somerset del departamento de homicidios está a punto de jubilarse y ser reemplazado por el impulsivo detective Mills. Antes de marcharse, ambos deberán colaborar para hacer frente a un salvaje y metódico asesino en serie.

“Seven” es considerada una de las mayores obras de cine negro de la historia del cine y ha sido influencia de muchas películas posteriores. De mensaje deprimente, ambientación asfixiante y una magnífica combinación de ritmo frenético en las escenas de acción con un tempo más pausado en los momentos de reflexión e investigación policial, el film puso en el punto de mira a su director y reafirmó a Morgan Freeman, Brad Pitt, Kevin Spacey y Gwyneth Paltrow como grandes nombres del star system. Basando su fórmula en los esquemas clásicos de las buddy movies, han de formar equipo William Somerset y David Mills, un detective veterano y asqueado a punto de la jubilación y un joven impetuoso y explosivo que quiere comerse el mundo. Dejar de lado sus choques y reticencias iniciales será básico para enfrentarse a un asesino de crueles métodos y convicciones extremas que conecta a cada una de sus víctimas con uno de los siete pecados capitales. El misterio alrededor de ese asesino implacable, la sensación de que siempre está un paso por delante de la policía y de que cada muerte que sucederá será más cruel que la anterior impregna el film y consigue calar hasta los huesos. La ciudad se convierte en un personaje vivo más de la historia. Una ciudad oscura, en la que la lluvia es una constante y suceden terribles acontecimientos a la vuelta de la esquina, pero en la que todo se mantiene imperturbable. Una ciudad que oprime a las personas, que las envuelve en crueldad y las convence de que han de vivir ahí, pero a su vez, las deja un atisbo de esperanza haciéndoles creer que pueden escapar de ahí y volver a sentirse libres. De hecho, en la recta final del film la acción se aleja de la ciudad, todo se vuelve más luminoso y tranquilo, aunque los protagonistas tendrán que hacer frente igualmente a terribles acontecimientos. Una idealización de la vida fuera de la ciudad pero en la que se muestra como la crueldad no viene dada por el espacio, es el propio ser humano que la lleva consigo. De los rompedores créditos iniciales al demoledor desenlace, “Seven” deja claro que es una obra que genera impacto y se graba de forma irremediable en los recuerdos de cualquiera que se enfrente a su propuesta. “El silencio de los corderos” llenó la gran pantalla de violencia y los pensamientos de un asesino con una ética y valores muy particulares. “Seven” coge el testigo y vuelve a convertir la fórmula en un producto de éxito, con un malvado icónico y unos asesinatos que no podremos borrar de nuestras mentes, todo aderezado con una excelente dirección. Gula, avaricia, pereza, lujuria, soberbia, envidia, ira.


“El club de la lucha” (1999)

El narrador trabaja para una empresa automovilística, está solo, tiene una fijación con los catálogos de IKEA y sufre de insomnio. En resumen, es un ser infeliz. Va a grupos de autoayuda, pero no consigue descargar la ira acumulada. Un día conoce a Tyler Durden, un vendedor de jabones que dará un vuelco a su rutinaria vida.

“El club de la lucha” adapta la novela homónima de Chuck Palahniuk, un escritor estadounidense que suele mostrar en sus novelas una fuerte crítica al materialismo de la sociedad actual y en las que suelen aparecer personajes marginales con un fuerte sentimiento autodestructivo. Un protagonista sin nombre, conocido como “narrador” y que en ciertos momentos de la obra se autodenomina Jack, es un tipo infeliz. Trabaja para una gran empresa automovilística analizando los errores de sus vehículos. Vive solo en un pequeño apartamento amueblado con productos de IKEA y sufre de insomnio. La rutina le absorbe y los médicos no le recetan nada para poder dormir. Le recomiendan ir a grupos de autoayuda y allí se vuelve adicto a ver sufrir a los demás. Decide ir a grupos en los que la gente sufra enfermedades terminales. Su dolor le reconforta, consiguiendo volver a dormir por las noches. Al poco tiempo aparecerá otra intrusa como él, Marla, destapando su mentira y haciendo que vuelva a aparecer el insomnio. Vuelve a la odiosa rutina y a sus problemas de siempre. Un día, en un viaje en avión, conoce a Tyler Durden, un vendedor de jabones con una ideología muy particular: la vida se basa en un consumismo insustancial, la perfección no existe y la autodestrucción es lo único que nos hace sentir realmente vivos. El narrador, por fin encontrará una razón de ser. La brutal y frenética obra de David Fincher es toda una declaración de intenciones. Una profunda crítica a los valores de la sociedad capitalista, basados en el consumismo, la publicidad y en un sistema laboral que absorbe y mata las ilusiones del individuo. Unos personajes que viven en el hastío o en el tormento y que necesitan volver a sus instintos más primarios para encontrar un sentido a sus vidas. La violencia como parche para tapar el vacío existencial. Además del gran guion de Jim Uhls que adapta la novela de Palahniuk y de la dirección trepidante y detallista de Fincher, la obra cuenta con dos actores en estado de gracia: Edward Norton representando a ese hombre gris anulado por el sistema (mucha atención a la escena del despacho cuando “se pelea” con su jefe), y Brad Pitt, un Pepito Grillo lleno de locura y libertad que ofrece al protagonista un camino para deshacerse de las cadenas que le oprimen. La obra levantó ampollas entre muchos sectores que la acusaban de machista, violenta o de promover un mensaje violento y destructivo. “El club de la lucha” se ha convertido por mérito propio en una obra de culto y un clásico contemporáneo, tanto por su forma como por su contenido. Y recuerda: la primera regla del club, es no hablar del club de la lucha.


“La habitación del pánico” (2002)

Meg Altman y su hija Sarah se mudan a una lujosa mansión en el centro de Manhattan. La primera noche que pasan en la casa, tres intrusos invaden su hogar. Para escapar de la amenaza se encierran en un refugio que construyó el anterior propietario: una habitación del pánico.

“La habitación del pánico” parte de un guion cargado de saltos al vacío y momentos cuestionables pero que llevado con la maestría y pulso de Fincher en la dirección da como resultado un notable ejercicio de estilo, un thriller intenso e inmersivo. Meg se acaba de separar y está buscando alojamiento en Nueva York, en pleno centro de Manhattan. Con su hija Sarah visitan una gran mansión de tres plantas que cuenta con un ascensor propio y una habitación del pánico construida con muros de hormigón y que cuenta con una puerta de acero, cámaras que controlan todo lo que sucede en la casa y una línea de teléfono propia. Durante la primera noche que pasan Meg y Sarah en la casa, tres ladrones invaden su hogar. Por casualidad, Meg los observa a través de las cámaras y consigue refugiarse en la habitación del pánico junto a su hija Meg. Resistir dentro del refugio y evitar a los tres intrusos será la prioridad absoluta de Meg, cueste lo que cueste. Un home invasión de manual, en el que unos amenazantes extraños acechan a las personas que están tranquilamente en su hogar. La principal peculiaridad del film es la premisa de contar con una habitación del pánico, un aparentemente inexpugnable espacio al que tendrán que enfrentarse los ladrones y en el que tendrán que resistir madre e hija. El principio de acción y reacción está llevado al límite, los pensamientos de los diferentes personajes conectan a la vez y las situaciones se resuelven de forma milimétrica temporal y espacialmente provocando que la propuesta pueda pecar de artificiosa, pero si nos dejamos llevar por la dirección y el ritmo que imprime Fincher al relato, viviremos una montaña rusa de tensión y emociones. El movimiento de la cámara por absolutamente todos los espacios y recovecos de la casa es brillante y consigue que situemos fácilmente la acción. Los planos secuencias imposibles y el uso de la cámara lenta serán una constante en el film, mostrando una planificación de escena detallista y ensalzando una historia que en su recta final pierde fuelle. Del reducido reparto destacan especialmente Jodie Foster y Forest Withaker, la madre protectora de Sarah (encarnada por una jovencísima Kristen Stewart) y el ladrón con sentido común (quien forma banda junto a un Jared Leto descontrolado y caricaturizado). Una obra de fácil consumo y olvido pero que resulta tremendamente disfrutable. La excepción que confirma la regla, ya que un guion poco favorecedor se consigue una obra que cumple con creces su propósito gracias a su impecable dirección.


“Zodiac” (2007)

Periodistas y policías se obcecan con la búsqueda del asesino del Zodiaco, un asesino en serie que comete terribles actos en el área de San Francisco y que los relata a través de cartas y mensajes cifrados que envía a los periódicos.

“Zodiac” es la adaptación a la gran pantalla de un terrible caso real narrado en los dos libros de Robert Graysmith, un caricaturista que trabajaba para el periódico San Francisco Chronicle que se obsesionó de tal manera con el caso del asesino del Zodiaco que prolongó su investigación personal durante más de 20 años. “Zodiac” es un thriller que se aleja de la fórmula del género, no ofrece escenas de acción, tiroteos o grandes persecuciones de coches o a pie y tampoco se centra en lo macabro de los asesinatos, aunque hay que reconocer que deja para al recuerdo algunas crudas escenas que son espeluznantes. El film apuesta por la investigación policial y periodística, fijación por el detalle y extensas conversaciones de los personajes inmiscuidos en la trama. El protagonismo absoluto lo tienen tres personajes: Paul Avery, periodista del San Francisco Chronicle que cubría la noticia, David Toschi, inspector del departamento de policía de San Francisco, y Robert Graysmith, caricaturista del mismo periódico que Avery al que inicialmente no tomaron demasiado en serio ni la policía ni los propios periodistas de su periódico. Un triplete de personajes encarnados magistralmente por tres grandes actores, Robert Downey Jr., Mark Ruffalo y Jake Gyllenhaal respectivamente. La perfecta recreación de los años 70 traspasa la pantalla y nos inunda el humo, la moda, las costumbres e incluso el particular y acertado tono apagado elegido para la fotografía. El film rezuma espíritu setentero por todos los poros. La dirección es austera a nivel formal y el foco detallista sobre la investigación alejan el film de la esencia del thriller clásico para aproximarlo a un estandarte del cine de investigación como “Todos los hombres del presidente”, una influencia directa reconocida por el propio director. La obsesión por una búsqueda interminable, generadora de constante y exagerada información. Una recopilación infinita de pistas que conducen a callejones sin salida, a detalles que no se pueden pasar por alto pero que no hacen más que acabar con la paciencia de los investigadores y hacer crecer el misterio alrededor de la figura del asesino del Zodiaco. No siempre se consigue alcanzar la verdad y hay que saber enfrentarse a la frustración que eso conlleva. El contrapunto perfecto para “Seven”. Dos películas centradas en la persecución de un asesino en serie, referentes del género, con puntos de vista y desarrollo completamente diferentes, pero ambas igual de absorbentes y desesperanzadoras.


“La red social” (2010)

Una noche de otoño de 2003, tras que su novia haya roto con él, Mark Zuckerberg, alumno de Harvard y genio de la programación, se sienta delante de su ordenador para desarrollar una idea primigenia de lo que pronto se convertiría en un gran imperio económico: Facebook.

“La red social” muestra la creación de una nueva forma de relacionarnos que ha cambiado nuestra realidad, y por el camino, presenta a un odioso personaje de forma comprensiva y la creación de un gran imperio económico que se ha llevado por delante amistades que parecían imperecederas. David Fincher ofrece una dirección con gran ritmo y pulso pero alejada de cualquier tipo de floritura para ajustarse a un guion impecable de Aaron Sorkin, la brillante mente tras “El lado oeste de la casa blanca”. Lo que inicialmente parece un relato ordenado cronológicamente en el que Mark Zuckerberg va gestando la idea que finalmente será Facebook, y en el que vemos su relación (o falta de ella) con otros compañeros de clase que le dan soporte o inspiración, pronto traslada su historia a otro momento temporal en el que se producirán diversos saltos en la acción. El presente muestra los diversos juicios a los que se enfrenta Mark, uno contra su mejor amigo y coautor de Facebook, Eduardo Saverin, quien le acusa de dejarle fuera de forma ilícita, y otro contra Divya Narendra y Cameron y Tyler Winklevoss, estudiantes de Harvard que le acusan de apropiación indebida de su idea. Los juicios servirán para mostrar la deteriorada relación con las diferentes personas que se han cruzado en la vida de Mark y para reflejar con flashbacks los momentos más trascendentales en la creación de Facebook. Es curioso como la creación de una nueva forma de relacionarnos y el consiguiente imperio económico que surge con ella viene gestado por un personaje con nulas habilidades sociales y una fijación enfermiza con una persona a la que no ha sabido tratar como es debido. Unas carencias sociales y afectivas que se muestran a lo largo del film y que pueden servir de metáfora para hablar de las relaciones a través de las redes en el siglo XXI. Todo presentado a un ritmo vertiginoso en el que los diálogos son constantes y los personajes hablan a gran velocidad. El premiado guion de “La red social” es extenso y la película no podía excederse en duración, así que Fincher y Sorkin presionaron al elenco para que hablaran más deprisa de lo normal, repitiendo tomas una y otra vez. La escena inicial en la que están Mark y su pareja tomando una cerveza en un pub, tiene el honor de ser una de las más repetidas de la filmografía de Fincher, 99 tomas fueron necesarias para contentar al director. Una búsqueda de la perfección que ha dado sus frutos, creando su obra más premiada y considerada una de las mejores películas de la década.

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Beautiful Illustrations Tell the Story of a Woodworker Grieving the Love of His Life
By Sara Barnes on January 9, 2020






Illustrator Tom Booth creates images that tell stories. Whether it’s in the form of a single picture or through a series of them, his tales excel in their character design as well as their ability to have his figures convey emotions ranging from joy to sorrow. Booth does this through a range of media, but some of his most compelling pieces are made with digital drawing and painting.

Booth’s latest illustrations tell the story of a woodworker who appears to be carving his beloved from trees and other chunks of wood. His sadness for this person is palpable and makes the images poignant and often heartbreaking—even though we don’t know the entire story yet. Booth is keeping mum about it as the illustrations are still in development. The only thing he reveals is that “it’s a story about loss.”



While there are few details about the woodworker at this time, Booth is applying his overall illustration philosophy to the series, which carries into other parts of his portfolio, too. “I’m most inspired by illustration that tells a story through thoughtful design,” he tells My Modern Met. “For most of my life I’ve pursued illustration as a tool for communicating my ideas, but more recently I’ve explored its value as a means of self-expression, specifically when it comes to capturing emotion.”
Illustrator Tom Booth creates digital art that tells a story.

His latest works revolve around a woodworker who is experiencing loss, and the illustrations are poignant and often heartbreaking.

Tom Booth: Website | Facebook | Instagram

My Modern Met granted permission to feature photos by Tom Booth.
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